Lac Willoughby

Al salir del museo quedamos con Mikel y Amelia en casa de Miriam, una amiga del colegio de Amelia. Comemos en su casa y con los dos coches hasta arriba nos ponemos rumbo a la cabaña donde mañana será la boda, para dejar todo preparado y disfrutar un poco del entorno.

La cabaña es simple pero espaciosa, con cuatro dormitorios y un baño en el piso de arriba y un salon-comedor-cocina y un baño en el de abajo. El bosque nos rodea, solo se oyen pájaros y ardillas alrededor, y detrás de la cabaña un lago se abre ante nosotros. Todo está calmo y huele a pino tierra. Un paraíso sin lugar a dudas.

Nos ponemos manos a la obra, a preparar las mesas, las decoraciones florales (que haremos a partir de plantas silvestres de alrededor), las luces alrededor de los árboles, el altar, la comida para el gran día... Poco a poco todo va tomando forma y los novios están emocionados y felices.

Después de unas cuantas horas preparando todo, nos tomamos un descansito, cogemos los dos kayaks y vamos a dar un paseo por el lago, con la esperanza de ver un castor o algún animal en su hábitat natural. El silencio y el agua inmóvil transmite una serenidad increíble, solo interrumpida por las ligeras paladas de nuestros remos.

Damos la vuelta completa al lago, sin suerte para ver un castor, pero pudiendo observar alguna de sus ya abandonadas cabañas que construyen cerca de las orillas. A la vuelta, comenzamos a preparar la cena para hoy en la barbacoa, la tomamos cerca de la hoguera, y al terminar, ya de noche, nos damos un bañito relajante en el jacuzzi. Para poner el lazo a esta experiencia tan canadiense, pinchamos un par de "marshmallow" en un palo y los acercamos a las brasas que ja dejado la hoguera. Cuando ya estan calentitos y blandos, los aplastamos entre dos galletas con un trocito de chocolate entre ellas, y finalizamos el día comiendo un buen "Smore".Read more