Vinimos aquí en busca de un sitio donde dormir, sabiendo que era un pueblo tranquilo y bonito. Aparcamos en un merendero e iniciamos el paseo hacia el centro del pueblo siguiendo el río, con la suerte de encontrar ovejas, patos y árboles frutales. Me acordé mucho de mi padre porque había higueras por todos lados y sé que le gustan mucho. Estaban preciosas.
Caminos de época con piedras a más no poder por donde nos costó bastante manejar la sillita de Izei, ¿o más bien de Unai? Porque nunca la quiso hasta hace unos meses y ahora no quiere separarse de ella. El pobre Izei, aunque quisiera, Unai no lo deja ni subirse y no le queda otra que ir siempre cargadito en la mochila.Leer más