La última vez que estuve aquí fue en una discoteca. Casi una hora de camino desde La Côte-Saint-André, cerca de Grenoble. Ahí me di cuenta de que las discos no eran lo mío. Sin duda, prefería una verbena. Ahora ver Valence desde otra perspectiva no tiene nada que envidiar a aquel día. A un ritmo diferente, o más bien al ritmo de Unai, recorremos su parque y sus calles, disfrutando de unas pizzas en un restaurante.
Hay veces que no podemos ser turistas porque no nos da la vida con los niños, pero así me disfrazo de local y disfruto del día sin más.