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  • Day 49

    Sin imágenes, sin palabras.

    May 8, 2020 in Mexico ⋅ ⛅ 27 °C

    Esta huella en el viaje no lleva imágenes, la experiencia nos deja sin palabras, pero hay mucho que decir.

    Dejamos atrás los paisajes espectaculares y los lugares que cualquier turista tendría en su checklist, estamos en el medio del desierto y nada parece agradable a simple vista; todo carece de estética, el polvo es demasiado y cada sitio al que miramos nos transmite cierta lástima; así es "Cedral".

    Estamos aquí porque ayer nos negaron la entrada a uno de los famosos "Pueblos Mágicos" de México del que todos hablan, de esos con una arquitectura colonial increíble, sus calles colmadas de puros nativos y rodeado de esos paisajes únicos que todos queremos ver. Para hacer aún más interesante ese otro pueblo llamado "Real de Catorce", la única manera de acceder a él es a través de un túnel de más de 2km de largo que atraviesa una montaña inmensa enclavada a casi 3000m de altura; simplemente fantástico lo que nos perdimos por culpa del coronavirus, y las conclusiones son que nosotros seguimos aquí en Cedral, que no llega a agradarnos.

    Sí, estamos locos por irnos, pero no tenemos alternativa, estamos obligados a resolver algunos problemas cruciales de los que luego hablaremos para poder continuar hacia el sur donde todo promete mucho más, así que no nos queda otra que aguantar esto... a todo se le suma la incertidumbre de que puede que otras zonas preciosas también estén cerradas; en fin, que el humor baja y la preocupación sube.

    Ya cuando llevamos casi 24 horas centrados en responsabilidades y nada más que responsabilidades, ya cuando pesa demasiado el tiempo "malgastado" aquí en Cedral y cuando ni siquiera habíamos resuelto los problemas para los que estábamos aquí, de la nada aparece una tremenda invitación, algo totalmente inesperado y que es demasiado bueno para ser verdad. Resulta que el dueño del hotel donde nos quedamos anoche (Hotel El Desierto) es también dueño de otro hotel (Hotel Mina Real) que está justamente allá arriba en ese pueblo mágico Real de Catorce. En una que parecía que iba a ser breve conversación, pero que finalmente no lo fue, nos dijo que él podía hablar con una persona del gobierno para que nos dejara pasar a Real de Catorce, que nos ofrecía su hotel allá arriba para que nos hospedáramos gratis al menos por un par de noches y nos ponía a nuestra disposición a la persona al frente del Mina Real para que nos llevara a los sitios de interés y a las excursiones que por allá se hacen. Aunque delante de él nos aguantamos, luego en privado brincamos de alegría. Teníamos delante la válvula de escape que necesitábamos; Cedral se moriría de la envidia si fuera una persona, tendríamos tiempo para disfrutar a plenitud un lugar único y también tendríamos tiempo al menos para replantearnos todo con la mente más fresca para tomar las decisiones correctas sobre hacia dónde nos dirigiremos después.

    El único problema, sí, porque siempre tiene que haber un problema, era que si íbamos a dormir en una habitación del Mina Real tendríamos que dejar el camper en Cedral; por supuesto, se quedaría dentro del hotel El Desierto, que tiene custodia las 24 horas, con un personal que no transmite otra cosa que seriedad y responsabilidad... de verdad que nos inspiró mucha confianza todo el mundo allí; incluyendo lógicamente al dueño, su esposa e hijo que también tuvimos oportunidad de conocer. Lo que pasa es que a pesar de dejar el camper en una fortaleza con muros, rejas, custodios y cámaras por doquier, cabía la posibilidad de que alguien sin querer pudiera darle un golpe y dañar lo que es ahora nuestro propio hotel ambulante, y nosotros no íbamos a estar allí para resolver cualquier problema; creemos que ningún otro hotel va a ser más importante que el nuestro. Por otro lado teníamos a quien ya se ha convertido en nuestra madrina de viaje, la señora Mónica Ponce (experimentada espeleóloga mexicana que nos ha estado ayudando a distancia brindándonos información y coordinando con colegas de todo el país) haciendo averiguaciones para encontrar lugares donde nos pudiéramos quedar y ya le habían respondido sobre una reserva natural donde nos iban a estar esperando, así que rechazamos tan apetitosa invitación de ir a Real de Catorce y de repente nuestras mentes volvieron a la realidad que nos circundaba y que ya tenía nombre, Cedral.

    Entonces ¿Para qué todo este discurso que no parece llevar a ningún lado? Ya algunas pistas se dejaron mientras se escribía esto, las comillas al decir que estábamos "malgastando" el tiempo en Cedral o la evidente buena voluntad de alguien de Cedral que sin conocernos y a cambio de nada nos ofrece alojarnos en su hotel. Y es que la verdadera experiencia que nos deja sin palabras es la que vivimos cuando prestamos más atención a este pueblo que finalmente resultó ser mágico también.

    Comenzamos a asomarnos a la vida cotidiana de los que aquí viven cuando nos percatamos que había muchas bicicletas, pero ninguna (absolutamente ninguna) con candado, luego un par de motos que sus dueños las habían dejado con la llave puesta y arrancadas, más adelante nos damos cuenta que las únicas rejas las tenía el hotel y que practicamente todo el mundo que tenía camioneta dejaba cosas muy valiosas en la parte de atrás mientras entraban en una bodega o una tienda. Pero lo más sorprendente para nosotros es que a pesar de andar en una casa rodante con chapa americana entre calles estrechas con gente pasando para aquí y para allá, y con el clásico comportamiento del que no es del lugar (caminando mirando todo el tiempo en todas direcciones), resulta que para los locales somos increiblemente invisibles. Podemos seguir observando que de seguro nadie se va a percatar, o sí, pero tal vez no importamos. Al principio estaba la duda de que si rechazaban a los americanos, o si por pasar por aquí muchos turistas en camino a Real de Catorce ya es normal ver gente como nosotros, pero no hay que esforzarse mucho para darse cuenta que simplemente tienen su vida tan tranquila que lo demás simplemente no importa. En una ocasión fuimos a lo que parecía ser el mercadito más grande del pueblo, y luego de hacer las compras, nos sentamos en unos bancos que estaban afuera, allí pudo haberse tomado la foto perfecta que hubiera servido de apoyo a esta historia escrita, ante nosotros teníamos la imagen clásica de la vida de campo mexicana pero caía la tarde, la brisa y la temperatura eran perfectas, se respiraba tanta paz que simplemente disfrutamos el momento y nos olvidamos de todo lo demás. Lo que en un principio nos daba lástima ahora era digno de envidiar, aquí se tiene lo que se necesita y solo eso; lo que pudimos interpretar como aburrido ahora lo vemos como la tranquilidad en la vida cotidiana que pocos tienen la oportunidad de disfrutar; lo que en un principio nos parecía poco estético, ahora más encantador no puede ser... y el polvo, ese ni lo recordamos; ya tampoco importa.

    Después de conocer varias regiones de México e interactuar con personas de todo tipo vamos prestando aún más atención a detalles que parecen despojarnos de esquemas que traemos y que reconocemos que son difíciles de borrar. Hasta la imagen sobrecargada de crímenes y violencia que traemos "inyectada" desde la distancia por suerte poco a poco va desvaneciéndose, y la creencia de que moviéndonos estamos a salvo en estos momentos de supuesta pandemia cada día cobra más terreno en nuestras mentes; solo si seguimos avanzando y mirando desde bien cerca esta realidad que en nada se parece a la que se aprecia desde una pantalla estaremos seguros si hacemos bien o no... solo viendo más podremos saber más.
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