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  • Day 2

    Un día entre pirámides

    March 24 in Egypt ⋅ ☁️ 20 °C

    El sol nos sorprendió alto en el cielo cuando decidimos dirigirnos a las pirámides, después del desayuno y un buen merecido descanso. Amelia y yo nos dirigíamos emocionados hacia las majestuosas pirámides de Giza. A medida que nos acercábamos, las siluetas imponentes de las pirámides se hacían cada vez más grandes, dominando el horizonte y dejándonos sin palabras.

    Una vez allí, las pirámides nos permitieron conocer dos caras del país en que nos encontrábamos: por un lado, el amargor de la pobreza, representada en el acoso de los vendedores ambulantes, regateadores propios del mundo árabe, y en la corrupción de la policía y guías de la ciudad, que trataban de colarse/dejar colar en la fila de las entradas a cambio de propina. El instinto de supervivencia aparece con agresividad en entornos en los que las necesidades básicas no están garantizadas ni para los agentes de la seguridad del Estado. Tras una hora de incómoda cola, pudimos toparnos con la otra cara del país del Nilo: la majestuosidad imponente de sus monumentos, entre los que se encuentra una de las maravillas del mundo antiguo: la gran pirámide de Keops.

    Nuestra aventura comenzó con la misteriosa Esfinge. Al estar frente a ella, sentimos la mirada intensa y penetrante de este guardián de piedra, cuya expresión ha cautivado a generaciones. Nos detuvimos un momento para contemplar cómo el sol delineaba sus rasgos, sorteando a hordas de instagrammers con ropa demasiado ligera para la temperatura del lugar. Hay quien asegura que esta figura representa al faraón Kefrén (Khafre para los amigos) por situarse justo en el centro de su complejo funerario, compuesto también por la pirámide y las ruinas de unos templos que servirían para rendirle pleitesía y ofrendas. Tal y como aprenderíamos más tarde, en el museo egipcio, los faraones se presentaban, en ocasiones, en forma de animal (y no cualquier animal) para mostrar su cercanía con los dioses, conocidos por su zoomorfia, y para hacer gala de su fortaleza, solidez y poder.

    Mientras caminábamos, después del primer microinfarto de Pablo en Giza al perder objetos importantes, decidimos acercarnos más a la Gran Pirámide. Al llegar, su imponente tamaño nos dejó sin aliento, un verdadero testamento de la ingeniería y el arte de esta gran civilización. Aunque no conocemos todos los detalles de cómo se construyeron las pirámides o su propósito exacto, se asume que fueron una evolución de las mastabas, sirviendo como lugar de enterramiento de faraones y vinculadas al culto al dios solar Ra. La Gran Pirámide es el ejemplo más emblemático. Se cree que se construyó en unos 20 años como tumba para el faraón Keops, utilizando enormes bloques de piedra y el esfuerzo de miles de trabajadores. Hoy en día, ya no se aprecia que estas pirámides estaban originalmente recubiertas de una piedra caliza blanca que reflejaba la luz del sol, haciendo que su grandeza fuese casi cegadora para quien osara mirarlas directamente.

    Después de la visita a la pirámide, nos dirigimos a la tumba de Meresankh. La tumba, menos conocida pero igualmente fascinante, es un lugar de serena belleza. Las paredes están adornadas con relieves y pinturas que contaban la historia de Meresankh y su vida en el más allá. Nos impresionó el detalle y el colorido de las escenas, que han sobrevivido milenios.

    Con el sol en su punto más alto, decidimos aproximarnos a la Pirámide de Kefrén. Mientras la pirámide se elevaba imponente a nuestras espaldas, sacamos nuestras mejores poses para alardear en redes sociales.

    Antes de salir de la necrópolis, fijamos nuestras miradas hacia la Pirámide de Micerino, más pequeña pero igualmente enigmática.
    Después de esto, abandonamos lentamente estas maravillas del mundo antiguo, y nos dirigimos a recoger las maletas antes de comer en El Cairo.

    Esta metrópoli, llena de vida, historia y un sinfín de callejuelas, nos esperaba con sus bazares bulliciosos, y sus monumentos históricos.
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