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  • Day 3

    Entre alcaldes, faraones y escribas

    March 25 in Egypt ⋅ ☀️ 20 °C

    Hoy, nuestro viaje nos llevó a un lugar fascinante: el Museo Egipcio de El Cairo. Créanme, no fue fácil la llegada: a pesar de ubicarse tan solo a dos minutos andando de nuestro hotel, había que cruzar una avenida de seis carriles con tráfico constante. Tras arriesgar nuestra vida en ello, nos dimos cuenta de que esta visita fue la elección perfecta para un día más tranquilo y cultural, a pesar de los sobresaltos iniciales.

    Tras un merecido descanso, nos dirigimos al museo. La entrada fue mucho más sencilla que nuestra experiencia en la Necrópolis de Giza, conseguimos rápidamente las entradas. El Museo Egipcio, de casi 120 años de historia, alberga algunos de los más preciados artefactos del Antiguo Egipto. Aunque su organización es un tanto caótica, como muchos otros museos en Egipto, gracias a unos vídeos de Youtube que Pablo estudió, logramos orientarnos y realizar un recorrido coherente, comenzando desde el periodo del Reino Antiguo hasta la era Ptolemaica y años sucesivos previos a la conquista romana.

    Este lugar es un paraíso para quienes tienen algo de conocimiento sobre la antigua cultura egipcia. El primer piso, organizado de manera más o menos cronológica, ofrece una variedad de objetos, estelas, bustos, estatuas, y demás artefactos impresionante. Nos llamó especialmente la atención la estatua de Ramose, elaborada en madera y bautizada como "alcalde del pueblo" (sacerdote llamado así por los trabajadores que la encontraron), y las interesantes piezas del Reino Antiguo y Amarna. Impresionantes estatuas (muy reconocibles, en otro orden de cosas, por ser prácticamente el único faraón representado de manera realista) de Akhenatón, de quien dicen que fue el primer monoteísta, en su lucha feroz contra el clero de Amón, se encuentran en la sala amarniense.

    El segundo piso alberga la auténtica joya del museo: el ajuar funerario de Tutankamón. Quedamos asombrados ante la vista del sarcófago y la icónica máscara dorada. Viendo la magnificencia de los objetos de Tutankamón (Amelia quedó fascinada especialmente por el simbolismo del escarabajo pelotero portando el sol/caca) , un rey considerado menor, uno no puede evitar preguntarse sobre la grandeza de los ajuares de faraones más destacados.

    A pesar de que solo exploramos superficialmente el segundo piso, decidimos que era momento de tomar un descanso. Salimos del museo con la sensación de haber vivido una experiencia única e inolvidable, un viaje a través del tiempo y la historia de una de las civilizaciones más asombrosas del mundo.
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