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  • Day 6

    Luxor: impresiones de la Ciudad de Amón

    March 28 in Egypt ⋅ ☁️ 34 °C

    Una serie de catastróficas escalas nos esperaban tras nuestro "séjour" en el Mar Rojo: lo que iba a ser un vuelo de una hora Sharm-Hurghada acabó convirtiéndose, por opacas decisiones de la aerolínea (vaya usted a saber...), en un viaje de 7 horas con escala en El Cairo incluida y el peor panini que Amelia ha comido nunca. Se lo perdonamos por los bizcochitos y la botella de agua con los que siempre nos agasajaba la aerolínea.

    A la mañana siguiente (tras una noche decente en un bonito hostal del centro de Hurghada), pusimos rumbo a la majestuosa Tebas, también conocida como Luxor. Nos alojábamos en el Hotel Nefertiti, que resultó ser un oasis de paz y tranquilidad en una caótica y agobiante ciudad que ha conocido tiempos mejores. La ciudad más destacable del Valle del Nilo combina el regateo propio del mundo árabe con la grandiosidad de sus monumentos (casi exclusivamente religiosos y funerarios) mandados a construir por unos megalómanos faraones, que te hacen sentirte muy pequeño y preguntarte si la vida en el más allá bien merecía esos proyectos mastodónticos en los que, probablemente, se empleó una parte nada desdeñable de la riqueza nacional y miles de manos obreras. Impresiona ver los esfuerzos empleados en alcanzar, o simplemente rozar, la mano divina de aquellos seres sobrenaturales que parecieron dejarlos desamparados a finales de la era antes de Cristo, con las sucesivas conquistas extranjeras que asolaron la tierra negra de Kemet.

    Amón-Ra, Hathor, Sethmet u Osiris llenan los muros del primer templo por el que pudimos pasear al ocaso de ese mismo día: el de Luxor, cuyas paredes encerraron las plegarias, sueños y deseos de generaciones de egipcios.

    Caminar entre sus magníficas columnas, en la polvorienta margen del Nilo y a la caída del sol constituye una estampa difícil de expresar. Los dos colosos de Ramsés II y el huérfano obelisco nos invitan a acceder a este recinto, donde uno tiene la impresión de encontrarse en lugar sagrado. Qué mejor broche para cerrar nuestro primer día en la, antaño gloriosa, Tebas.
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