• Amanecer en alta mar, noche de ...

    22 Ogos 2023, Western Mediterranean ⋅ ☀️ 26 °C

    Inicio el relato a las 10 de la mañana, y quizás no sea el mejor momento para hacerlo, por lo que haré una segunda entrega un poco más tarde.
    Conclusiones de la noche:
    - sueño, sueño y mucho sueño. Los intentos de dormir no han sido muy exitosos.
    Como en parte la razón es la segunda conclusión, vamos con ella.
    _ Los italianos nos dan sopas con ondas en ruidosos, escandalosos, aprovechados y me atrevería a decir abusicas.
    _ El barco es muy bonito por fuera, pero una semanita de arreglos no estaría mal.
    - que no te vendan la moto. Camarote sinónimo de dormir.
    Sillones o cubierta sinónimo de ruido, humedad, frío, olores a pies diversos, ronquidos y demás ruidos animales y de aprovechados que te quitan el sitio como respires 2 veces.
    El relato comienza a las 11 de la noche, cuando nos planteamos dormir. Carlos y Ana querían dormir en cubierta con Fiona. Excepto mucho viento no había ningún otro aspecto negativo. Las tumbonas eran muy cómodas, y pegándose a una pared solucionaba lo del aire. El ruido del motor parecía que no iba a ser un gran problema.
    Oliver y yo nos bajamos a la sala de sillones. Abrir la puerta fue similar a la descripción de Dante en la Divina Comedia de la entrada en el infierno. Habíamos reservado nuestros asientos (los que oficialmente teníamos en el billete) con unas toallas y bolsas de ropa.
    El resto de los más de 200 asientos estaban copados por multitud de amasijos humanos en diferentes formas y posturas. A la entrada una madre con dos pequeñajos llorando, rodeados de bolsas de palomitas y patatas como sustitutos de un entorno medianamente habitable para ellos. Dos filas más atrás dos posibles retoños humanos de sexo masculino de unos 10 o 12 años, con una cercanía genética muy próxima al león marino, y cuyo consumo constante de azúcar necesario para mantener esa estructura corpórea les había convertido en dos monstruos de tasmania tal como se describían en la Warner.
    Justo delante de nuestros asientos, ocupando toda la fila, una masa ingente que parecía pertenecer a un solo ser y que desprendía un aroma cercano a lo más horrible que cualquier ser pueda haber olido sin perecer.
    Y justo en el asiento de detrás del nuestro un ser mitológico, con cabeza de jabalí, cuerpo de ballena azul con 18 meses de gestación y pies de orco de los más feos que se puedan imaginar. Cuando en absoluto sock nos sentamos intentamos reclinar los asientos, pero descubrimos que un poco de inclinación chocaría con la bestia, pudiendo despertarla de su sinfonía de ruidos diversos que salían de sus fauces.
    Viendo la cara de sorprehorror de Oliver (la mía debía ser muy similar. Imagino que si algún tipo de infierno existe y mueres repentinamente, debe ser la cara que pones al atravesar el umbral del mismo) decidimos volvernos a cubierta.
    Ya los 4 en hamaca nos cubrimos para intentar alejar de nuestra piel la húmedad salerosa que nos impregnaba.
    Tras varias horas de intentar dormir, cuando el frío y la humedad ya invadían hasta el último rincón de nuestro cuerpo, nos metimos en el interior del barco, buscando un hueco en el que poder tumbarnos a descansar. Dormimos algo más de 2 horas, menos Ana que se veía constantemente interrumpida por la perra. Quería cagar.
    A las 6 de la mañana el barco paro en una isla italiana, en la que bajaron casi la mitad del pasaje, y subieron otros tantos. Para los que bajaron era medio día en su pueblo en las fiestas de su virgen particular. Gritos, carreras, saludos a la perra a lo italiano...
    Así que se terminó dormir. Nos arrastramos a una cafetería a por desayuno., Subimos a cubierta, paseamos por el pasillo y nos hicieron recoger. A las 8 de la mañana estábamos jugando a las cartas tras haber realizado todas las acciones que el barco nos permitía. Seguimos paseando, otro café, otros paseo por cubierta y así llegamos al inicio de este relato.
    Segunda parte:
    Iniciado a las 4,30, cuando ya solo quedan 2 horas para desembarcar.
    Dos siestas de más de 30 minutos en el salón de actos del barco y una comida en familia han mejorado el estado de ánimo. Ahora pensamos que incluso podemos llegar a tierra.
    Oliver se ha dado un baño en la piscina y ¡Sorpresa! La perra ha perdido dos colmillos y ha venido en ratoncito Gulliany (el barco es italiano)
    Como toda buena historia que se precie hay un ser malvado que nos persigue. Vestido de blanco, con calva más que incipiente y una aspiradora en la mano, aparece cuando más a gusto estamos y nos obliga a desplazarnos. Esperamos dejar de verle cuando abandonemos este barco.
    Continuaremos con una tercera parte tras habernos asentado ya en la madre patria.
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