San Roque

Cayendo la noche y no encontramos un lugar que nos convenza para acampar. Miramos en el mapa y vimos este pueblito, unos diez kilómetros hacia arriba en la montaña. Es viernes por la noche y el pueblo está muy animado. Familias enteras colman el parque principal; hay música en muchos establecimientos y se respira un ambiente sano, de gente amigable y tranquila.

Lo mejor vino cuando buscábamos un sitio para estacionar junto al hospital municipal: salió un señor a mover su carro para que tuviéramos más espacio y, a pesar del hambre y el cansancio, nos quedamos conversando en la puerta de su casa hasta bien tarde... nos regaló unos aguacates maduros para la comida, nos ofreció llenar nuestro tanque de agua, estuvo tan pendiente de que nos sintiéramos cómodos, que se preocupaba hasta de aquellas cosas que ni a nosotros se nos ocurrían.

Al día siguiente, ya descansados y ávidos por explorar el pueblo, recorrimos las callecitas, entramos en los comercios de artesanías y visitamos la iglesia, que es orgullo de los pobladores; para lo pequeño que es San Roque, esta iglesia (de 1928) es gigantesca.

Al final nos quedamos dos noches en éste, que se suponía fuera uno de esos pueblitos en la montaña donde uno solo para por necesidad; entre la amabilidad de sus habitantes y lo pintoresco que es, realmente vale mucho la pena tomarlo en cuenta como destino a visitar. Nos desviamos de la carretera principal un poco que para probar suerte, y fue la mejor decisión que podíamos haber tomado... no por gusto a San Roque le llaman la "Tierra de la Cordialidad".Leggi altro