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  • Day 95

    Cauê

    October 24, 2022 in São Tomé and Príncipe ⋅ ☁️ 26 °C

    La segunda fase de nuestra misión fue en el distrito del sur del país, Cauê, en la capital São João dos Angolares, aunque más bien se trataba de una aldea un poco mayor que las demás. Estuvimos aquí 3 semanas y nos alojamos en casa de unos padres franciscanos muy enrrollados. Eran el frai Manuel, el frai Edimar y el frai Gilson. Teníamos profundas charlas sobre la vida y la muerte y la fe y Dios, y nunca faltaba en la mesa la sagrada sangre de Cristo aka vino de brick. También estaba la empleada de la casa, Sami, a quien le cogimos mucho cariño y hacía los más variados pescados, todos riquísimos. Aunque ya empezábamos a aborrecer el pescado con arroz para comer y cenar, tener la comida preparada al llegar a casa sabía a gloria. Por supuesto no teníamos agua caliente (en la casa de la capital tampoco), pero durante estas semanas tampoco tuvimos una ducha que funcionase, por lo que todos los baños eran con balde y cazo. Además de que solo había agua en la ciudad por la mañana, la luz también se cortaba de forma aleatoria, a veces durante casi el día entero.

    El trabajo era igual que el que llevábamos haciendo hasta ahora, solo que la sala en la que atendíamos en el centro de salud de Cauê era mucho mas agrdable y luminosa. Por otro lado, como algunas escuelas eran muy pequeñas y en esta zona las personas tenían más dificultad para trasladarse hasta la capital del distrito, a los niños de dichas escuelas los tratábamos en el propio centro en el mismo día en que les hacíamos los rastreos. Sin embargo, en la mayoría no tenían electricidad por lo que nuestro trabajo se veía muy limitado. En una aldea en concreto, nos dejaron atender en la casa de una de las familias, ya que tenía una placa solar. Como nos temíamos, la placa no era lo suficientemente potente para nuestro aparato por lo que tuvimos que insistir para que encendieran el generador de la aldea. A la gente le costaba mucho acceder a encender los generadores por nosotros porque el combustible estaba muy caro, claro que nuestro trabajo era para ayudar a la comunidad, pero por otro lado nadie nos había pedido nuestra ayuda. En este día recuerdo perfectamente cómo, en mitad de una odontosección de un 16, me avisaron desde la calle de que el generador se había quedado sin gasolina y tuve que apurar los últimos segundos de electricidad como si la vida me fuese en ello.

    El tiempo libre en estas semanas lo pasamos en el sur, que es la parte más bonita de la isla. Fuimos dos veces al ilhéu das Rolas también conocido como centro del mundo, nos alojamos en una cabaña en la playa Jalé y vimos tortuguitas recién nacidas correr hacia el mar por primera vez, nos pasábamos las tardes de domingo leyendo en la playa que teníamos al lado de casa.

    De esta época destaco el sentirme mucho más cercana a la comunidad sãotomense, conviviendo entre ellos y sorprendiéndome a mí misma al no querer irme de allí a pesar de no tener las mismas comodidades que en la ciudad. Un tiempo después, recordaría con nostalgia estos días pasados entre charlas animosas con los padres, caminos tortuosos por las carreteras llenas de baches, gritos de gallos a todas horas de la noche y niños entusiasmados al vernos llegar a sus clases. Me enamoro por completo de este país.
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