Manresa

El albergue era enorme. Nuestra habitación, con 6 literas, tenía baño propio pero además, había otro cuarto con duchas y lavabos en el piso de abajo. Por lo tanto pudimos ducharnos todos a la vez. Cuando acabamos, nos fuimos a tomar unas cervezas para hacer tiempo hasta la hora de la cena. Josep había reservado mesa a las 22.30 en un restaurante de tapas. No es que fuera una comida espectacular pero lo que nos importaba era la compañía. Después de cenar, dimos un paseo por Manresa, con la idea de encontrar un bar donde tomar la última. Tras descartar una discoteca, nos metimos en una tasca que nos sirvió una cerveza mientras fregaban el suelo y recogían las mesas. Sutil gesto para indicarnos que se querían ir. Tampoco nos importó, estábamos cansados.
La noche en el albergue fue agradable, todos dormimos estupendamente hasta las 8 de la mañana cuando una jauría de niños comenzó a correr y gritar por los pasillos. El alboroto, aunque fue breve pero intenso, no desveló y conseguí volver a dormir hasta las 10 a.m.
Dejamos las maletas en el albergue y fuimos a desayunar por Manresa y tras un pequeño paseo, recogimos las maletas y fuimos en 2 coches a un parque a las afueras. El sol ya estaba alto y calentaba, lo que hizo que el paseo fuera muy agradable. Terminamos en una terraza junto a un lago tomando el vermut. Sobre la 1 de la tarde, Josep se llevó al aeropuerto a los primeros en irse, Rodri y César: abrazos de despedida y promesas de repetir quedada.
Nos quedamos en la terraza un ratito más Laia, María, Ana y yo.En savoir plus