• Lyon, tierra de ... Lyonenses

    8 de agosto de 2024, Francia ⋅ 🌙 20 °C

    Salimos a pasear Ana y yo, cuando un vaquero, un poco diferente a la imagen que tenemos todos de ellos ( este estaba sin afeitar ni lavar en los últimos 10 años. Llevaba una camiseta que Billie el botas, el del barco de piratas del caribe, desecharía por vieja y rota. Unos pantalones cortos que se aventuraba que algún día, hace muchos muchos años, fueron azules, y unas botas de agua hasta las rodillas; en fin, que si me encuentro a un lado del camino una horda de zombis y al otro a este tipo, me voy de cañas con los zombis) le pidió a Ana que cogiéramos otro camino. Así que volvimos a subir monte para pasear a Fiona. Los últimos días la perra está como una moto, y hay que cansarla un poco para que no la monte en el viaje.
    Desayunamos y partimos hacia Lyon.
    El viaje fue cortito. Aparcamos en un parque y nos fuimos a conocer la ciudad. Un paseo agradable por una ciudad casi vacía, hasta llegar al brazo principal del Rodano. Un poco después cruzamos el otro brazo y llegamos a la parte antigua. Y ya puestos subimos una pedazo de cuesta de casi una hora para ver la Notre Dame de Lyon.
    En el camino paramos en un bar de cachorros (literal) para que Fiona pudiera beber.
    Hasta aquí todo muy normal. Decidimos comprar comida en un MacDonalds y comerla en la auto, y aquí comenzó la aventura.
    Cruzamos a una calle llena de tiendas africanas. Ropa africana, comida africana, cepillos de dientes africanos, bragas africanas ( algunas parecían carpas más que bragas)... Y llegamos a la plaza del MacDonalds. Entraron los tres y yo me quede fuera con Fiona. Hasta de debajo de las piedras salieron personajes de diferentes tipos y calañas. En el señor de los anillos no había ni la mitad de gente diferentemente rara que aquí.
    Fiona les miraba que no sabía si morderles o si esconderse tras de mi. Me ofrecieron tabaco de contrabandistas, costo, pastillas y no me extrañaría que alguno de los que no entendí me ofreciera sexo duro. Yo, por si acaso, puse las cejas en modo alerón despegando (mi mujer dice que el músculo de las cejas es el que tengo más desarrollado) y dije más de 20 NO.
    Mientras, dentro, esperaban que la única empleada tomara nota, friera hamburguesas, preparará patatas, llenará bebidas y cobrará. En fin, un ratito interesante.
    Por fin salimos de allí y pasamos por más de 20 peluquerías ( y está vez no exagero) clavaditas a las de las películas americanas de los años 70, con 4 sofás dentro y un montón de negros hablando mientras a alguno o alguna le hacen algo.
    Por fin llegamos a la auto y comimos tranquilos. Después Ana y yo nos aventuramos con una lavandería que vimos en el camino y emprendimos viaje de acercamiento a Suiza.
    A apenas 30 kilómetros de la frontera nos desviamos a un pueblín de cuento. Tras corren con Fiona y hacer las rutinas de deporte, nos duchamos, cenamos y a dormir.
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