• Aprendices de Noé parte 2

    July 12 in Spain ⋅ ☁️ 19 °C

    Un par de horitas en la auto y ya estábamos de los nervios, así que buscamos una rutita para hacer. Sol espléndido, pero por si acaso cogimos chubasqueros y paraguas (lo del paraguas en la montaña es una moda que iniciamos el año pasado y que ya nos ha sacado de 3 buenos apuros, aunque la gente que nos cruzamos nos mira raros, o bien porque piensa que somos muy domingueros o por pura envidia, ya que suelen ir calados hasta los test... calzoncillos)
    La ruta es de 15 kilómetros con un desnivel de 750 metros. Algo ya interesante.
    El primer tramo muy bucólico pastoril. Al lado de un río que subía y bajaba con nosotros, entre encinas, robles, nogales y hayas. Pero había que subir y comenzamos. Primero suave, después más empinado y a continuación empinadísimo y con camino para duendes o pitufos. Y como no. Gracias a Carlos tengo el cráneo en forma (tiene la manía de demostrar su felicidad con golpes de macho cabrio en época de celo frente a rebaño de cabras buscando príncipe azul), porque el peligro de quedarse más tonto de lo que estamos era evidente. Las ramas de los arboles llegaban justo al punto ciego entre tus ojos y tu cráneo, de tal manera que mi cabeza resonaba como un tambor. Cuando llegue al golpe 24 dejé de contar, pero Ana plasmó en video un pequeño retazo de esta realidad.
    Entramos en un bosque donde no llegaba las luz, lo más tenebroso que hemos visto en años, pero al salir el Sol ya no estaba. Eran las 6 de la tarde. Un trueno nos dió la clave. La habíamos liado.
    Los truenos se acercaban y Ana aumentaba la velocidad de subida. Como ya he dicho en varias ocasiones, el hada volaba sobre el camino... y yo, estilo mamut a punto de extinción, sudaba hasta por los cordones de las botas.
    Y empezó a caer. Yo decidí no usar chubasquero porque ya iba empapado por dentro. Ana abrió paraguas (éxito de nuestra equipación nuevamente) y aumento la velocidad. Yo sufría como cerdo en diciembre perseguido por lobo en ayunas y el móvil seguía diciendo que había que subir.
    Por fin, en medio de una chaparrada de ya más de 40 minutos, llegamos a la cima. Parecía imposible pero lo habíamos logrado, aunque aun quedaba lo más heavy.
    Por donde debíamos volver apareció una persona no humana. Pantalón de deporte, camiseta de tirantes, pelo rapado y dientes amarillo casi marrón.
    - como cae. Dijo.
    - ¿Cuanto has tardado en subir? Pregunto Ana.
    - Yo no lo cuento, voy a cañón y ya está. Cuidado que resbala la bajada.
    Y ahí termino nuestra conversación.
    Y la bajada resbalaba, era empinada, llena de piedras mojadas... y todo con lluvia más fuerte, a continuación granizo, sin dejar los rayos y truenos. Intentamos bajar con paraguas pero el bosque era muy denso, por lo que optamos por cambiarlo por correr. En un ratín, muy corto comparado con la subida, muy largo por la lluvia - granizo - tormenta, llegamos a una carretera donde no llovía. Solo nos quedaban un par de kilómetros un poco mojados. Ducha calentita, cena y por fin a dormir.
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