• Ignacio y Ana, nomadas

Uno más, siempre sumando

A 17-day adventure by Ignacio y Ana, nomadas Read more
  • Trip start
    July 11, 2025

    ¡Por tutatis, el cielo se nos cayó!

    July 11 in Spain ⋅ 🌧 23 °C

    Salimos de Madrid tras una mañana de dejar a Carlos de camino a su campa, pasar un rato con Hugo, hacer y bajar equipaje, comprar comida y resto de habituales antes de un viaje largo.
    En principio el destino es Pirineos, pero con parada a dormir en la Rioja (o similar).
    Comimos en Burgos, gasolina y camino hasta las 5, ya que a las 5,30 habíamos quedado con Carlos y la jefa de estudios de su nuevo cole para ver instrucciones de uso. A eso de las 6 seguimos camino. Cielo algo nublado, y más nublado, y muy nublado, y nubladísimo y de pronto empezó una lluvia de meteoritos cual película catastrófica de los 90, que golpeaban con saña y sin miramientos la autocaravana. Fiona de pie, pensando que habíamos llegado a Palestina y unas enormes bolas de hielo queriendo abrirse paso a través de la luna delantera. Atravesamos Vitoria y llegamos a un cruce de camino donde indicaba que no podían los camiones de más de 5000 toneladas. No nos dimos por aludidos y seguimos por él. Nos olvidamos que son vascos.
    La carretera medía no más de 1,5 metros de ancho (sin exagerar) y tenía una raya pintada en el centro, lo cual dejaba un carril de justo el ancho de un manillar de bici. Y era de doble sentido.
    A 500 metros del inicio del camino un camión se había apartado más de la cuenta y estaba casi volcado del todo en la cuneta. ¡Aviso a navegantes! A partir de ese momento decidimos no apartarnos ni un centímetro y misteriosamente logramos llegar al final.
    El resto del camino se normalizó y por fin llegamos a Campezo, cerca de Vitoria.
    El área está muy bien e inusualmente tranquila, quizás por el aviso de Dana.
    Salimos a dar un pasein de 15 minutos y nada más volver, ¡Por tutatis! El cielo cayó sobre nuestras cabezas.
    Llovía de frente, de lado, hacia arriba y abajo, en remolinos y dando brincos. Así que no nos quedó más remedio que prepararnos una cena rica rica y tomarnos unas cervezas. Ya la lluvia no importa, total, el naranja es un color bonito (los de la Aemet son unos exagerados, seguro que su patrón, Noe el de un par de tintos y lo dejo, no tuvo avisos de ningún color). Mañana veremos si sale el Sol.
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  • Aprendices de Noé parte 2

    July 12 in Spain ⋅ ☁️ 19 °C

    Un par de horitas en la auto y ya estábamos de los nervios, así que buscamos una rutita para hacer. Sol espléndido, pero por si acaso cogimos chubasqueros y paraguas (lo del paraguas en la montaña es una moda que iniciamos el año pasado y que ya nos ha sacado de 3 buenos apuros, aunque la gente que nos cruzamos nos mira raros, o bien porque piensa que somos muy domingueros o por pura envidia, ya que suelen ir calados hasta los test... calzoncillos)
    La ruta es de 15 kilómetros con un desnivel de 750 metros. Algo ya interesante.
    El primer tramo muy bucólico pastoril. Al lado de un río que subía y bajaba con nosotros, entre encinas, robles, nogales y hayas. Pero había que subir y comenzamos. Primero suave, después más empinado y a continuación empinadísimo y con camino para duendes o pitufos. Y como no. Gracias a Carlos tengo el cráneo en forma (tiene la manía de demostrar su felicidad con golpes de macho cabrio en época de celo frente a rebaño de cabras buscando príncipe azul), porque el peligro de quedarse más tonto de lo que estamos era evidente. Las ramas de los arboles llegaban justo al punto ciego entre tus ojos y tu cráneo, de tal manera que mi cabeza resonaba como un tambor. Cuando llegue al golpe 24 dejé de contar, pero Ana plasmó en video un pequeño retazo de esta realidad.
    Entramos en un bosque donde no llegaba las luz, lo más tenebroso que hemos visto en años, pero al salir el Sol ya no estaba. Eran las 6 de la tarde. Un trueno nos dió la clave. La habíamos liado.
    Los truenos se acercaban y Ana aumentaba la velocidad de subida. Como ya he dicho en varias ocasiones, el hada volaba sobre el camino... y yo, estilo mamut a punto de extinción, sudaba hasta por los cordones de las botas.
    Y empezó a caer. Yo decidí no usar chubasquero porque ya iba empapado por dentro. Ana abrió paraguas (éxito de nuestra equipación nuevamente) y aumento la velocidad. Yo sufría como cerdo en diciembre perseguido por lobo en ayunas y el móvil seguía diciendo que había que subir.
    Por fin, en medio de una chaparrada de ya más de 40 minutos, llegamos a la cima. Parecía imposible pero lo habíamos logrado, aunque aun quedaba lo más heavy.
    Por donde debíamos volver apareció una persona no humana. Pantalón de deporte, camiseta de tirantes, pelo rapado y dientes amarillo casi marrón.
    - como cae. Dijo.
    - ¿Cuanto has tardado en subir? Pregunto Ana.
    - Yo no lo cuento, voy a cañón y ya está. Cuidado que resbala la bajada.
    Y ahí termino nuestra conversación.
    Y la bajada resbalaba, era empinada, llena de piedras mojadas... y todo con lluvia más fuerte, a continuación granizo, sin dejar los rayos y truenos. Intentamos bajar con paraguas pero el bosque era muy denso, por lo que optamos por cambiarlo por correr. En un ratín, muy corto comparado con la subida, muy largo por la lluvia - granizo - tormenta, llegamos a una carretera donde no llovía. Solo nos quedaban un par de kilómetros un poco mojados. Ducha calentita, cena y por fin a dormir.
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  • Aprendices de Noé

    July 12 in Spain ⋅ 🌙 18 °C

    Pues si, salió el Sol. Nos levantamos temprano, las 8 según la ermita de no se bien quién o más bien según su campana. Desayuno de pueblo y llamamos a Justo a ver si nos podía imprimir un papel para Carlos. Pregunta casi por quedar bien ¿Dónde estáis? Y llegó la catástrofe, el apocalipsis, los siete jinetes de la apocalipsis y el kraket en el mismo equipo.
    Entre Vitoria y Navarra, dijo Ana inocentemente.
    Donal Trump ha retirado todos los aranceles a España porque cree que tenemos un arma sonica capaz de atravesar países enteros.
    ¡Donde vais, estáis locos! Por lo visto había salido en las noticias que muchos pueblos de aquí estaban en alerta roja .
    Llegó el momento de dar un paseíto a Fiona para que hiciera lo que debe. El cielo estaba gris y parecía que llovería en cualquier momento, así que cogimos los paraguas y una mochilita con los chubasqueros. Total, el plan era farmacia y auto mientras lloviera. Pero en el pueblo ni don Saturnino llevaba paraguas o chubasquero. Seguro que no llovería, al menos por la mañana. Volviendo a la auto vimos un camino de campo con un cartel de madera que indicaba otro pueblo a 6 kilómetros. Total, 12 entre la ida y la vuelta. Siempre nos pasa igual. Vemos un cartel de madera, sobre todo si termina en flecha y tiene las letras grabadas en relieve, y 10 minutos después estamos siguiéndolo, sin importar distancia o destino.
    Y eso ocurrió. Nos embarcamos en un nuevo "paseo". Pasado el primer kilómetro el entorno cambia radicalmente. 2 enormes robles, tan viejos que Julio ( Iglesias no, el cesar) pudo haberse atado la sandalia apoyado en su base, daban pie a un bosque de robles y encinas que no nos abandonaría hasta llegar al final. El cielo estaba cada vez más oscuro, por lo que a Ana le entró la prisa con su toc más habitual: va a llover, voy a pasar frío, perderé las manos, nos caerá un rayo, vendrá una inundación y nos llevará, perderemos la liga... Así que a tramos andábamos y a tramos casi volávamos. Sonó un trueno y cayeron 3 gotas. Consecuencia: volvimos aún más rápido.
    El cielo tronó todo el camino hasta llegar de nuevo al roble del inicio. Y salió el Sol.
    Terminamos el camino con una marca de atoda leche el kilómetro y lo celebramos en una terraza (bajo soportal) con un par de bebidas.
    Ya en la auto terminamos de rellenar la matricula de Carlos y llegó la hora de comer.
    Un par de horitas en la auto y ya estábamos de los nervios, así que buscamos una rutita para hacer. Sol espléndido, pero por si acaso cogimos chubasqueros y paraguas (lo del paraguas en la montaña es una moda que iniciamos el año pasado y que ya nos ha sacado de 3 buenos apuros, aunque la gente que nos cruzamos nos mira raros, o bien porque piensa que somos muy domingueros o por pura envidia, ya que suelen ir calados hasta los test... calzoncillos)
    La ruta es de 15 kilómetros con un desnivel de 750 metros. Algo ya interesante.
    El primer tramo muy buc
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  • Descanso medieval, folklore incluido

    July 13 in France ⋅ ⛅ 21 °C

    Hoy ha sido un día de viaje y descanso. Salimos del País Vasco buscando tiempo más soleado, y nos encaminamos al pirineo francés.
    Unas tres horitas de viaje y llegamos a Sant Joan pie de port, en español San Juan Pie de puerto. Un pueblo francés considerado el cuarto más bonito del país. El área es peculiar y muy agradable. Entre árboles enormes y pegada a una de las puertas de entrada. La ciudad, con doble muralla y un río que la atraviesa. Tras comer dimos un paseo calle arriba, ciudadela arriba, calle abajo y arriba, ciudadela por el otro lado, calles de derecha e izquierda, muralla por arriba,... En fin, que los lugareños ya nos tutean. Compramos algunos dulces y seguimos paseando un par de horas más. La ciudad es muy bonita, pero llena llena de franceses vascos. Y allí son los más vascos de todos. La icurriña la llevan hasta en los calzoncillos. El euskera hasta cuando tienen ventosidades y todos son bilingües, pero no hablan ni inglés ni castellano.
    A las 6 de la tarde dimos un segundo paseo ( el primero solo duró 2 horas) y, sorpresa, las calles abarrotadas se habían quedado vacias. No había un alma en la calle. Los franceses, a las 6 cierran y se van a sus casas, como debe ser. A las 8 aterrizamos de nuevo en la auto. Preparamos ducha y cena, cuando de pronto un estruendo terrible, insoportable, insufrible, inundó nuestros oídos. A apenas 50 metros de nosotros comenzó un partido de pelota vasca amenizado por un colega que cantaba, gritaba y daba alaridos. 2 horas y media de tortura, cenando entre gritos, reposando entre gritos y acostándonos entre gritos.
    Ana se tapó la cabeza con la almohada y 10 minutos después, oh milagro, oh silencio sanador, oh garganta que deja de gorgotear, el tipejo se calló. Y pudimos dar por concluido el día.
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  • Cansinos. Lo bueno y breve...

    July 14 in France ⋅ ☁️ 19 °C

    Siete de la mañana. Una campanada se escucha en la iglesia que hay a pocos metros del área. Y otra, y otra más. Ha estado lloviendo toda la noche, pero ni gota de frío.
    Empiezo a contar las campanadas. Tres, tres más, ya solo falta 1, pero suenan otras tres. Y otras tres, acompañadas de un montón más. No da las siete campanadas que marquen las horas. Más bien nos grita ¡Vamos españolitos, que tanto dormirse tarde pero ya es de día!
    Es catorce de julio. ¿Os suena? Hallá por el 1789, cuando unos muertos de hambre (literal) cambiaron la historia del mundo e hicieron rodar cabezas por todo París.
    Intentamos dormir algo más pero fue difícil. A las 8,30 ya estábamos con Fiona viendo un mercadillo artesanal.
    Aprovechamos para ir a comprar a las afueras y hacer tiempo hasta que abrieron el punto de información, donde preguntamos por alguna ruta curiosa. Nos dieron dos diferentes para que las intentáramos enlazar y eso hicimos. Con Wikiloc a mano creamos una ruta que llamamos " églice Saint Laurent Eliza, Arradoy y iglesia Notre Dame du Bout du pont desde Sant Jean Pierre pie du port" (la ruta ya está subida a Wikiloc y se puede consultar)
    Casi nada. 16,5 kilómetros y 600 metros de desnivel.
    El inicio de camino fue fácil. Cruzamos algunas calles, hicimos parada en un servicio publico y llegamos al pueblo de Ispoure. Un pueblo irreal. Grandes casonas con unos jardines impresionantes. Vallas de 1 metro de alto y sin puertas. En fin, radicalmente diferente a lo que vemos en Madrid.
    Desde allí todo era subir. Primero entre casas, después entre viñedos y un poco más adelante en medio de un bosque de hayas. Cuando ya estábamos hasta el gorro de subir llegamos al inicio de la segunda parte, la subida a la cima. Aquí tuvimos un pequeño problema. El camino nos ofrecía varias posibilidades para ascender, y Wikiloc nos indicaba una. Yo decía que había que seguir la aplicación y Ana que de qué hablaba, que la ruta me la había inventado yo. A está mujer le cuesta entender la INA (inteligencia natural).
    La subida a la cima era un bosque de robles increíble, con una buena cuesta. De pronto Ana soltó "ya he calentado, ¿empezamos a subir?"
    Debió ver las diferentes tonalidades que adquiría mi cara cuando recordé al hadita subiendo monte a brincos dos días antes mientras yo sentía como me llegaba la extinción cual mamut fuera de su era.
    Elegantemente puso cara de "es una broma" y seguimos subiendo a paso humano.
    Al final la subida fue facilita.
    Al llegar arriba aprovechamos para beber y comer algo. Yo abrí el grifo del sudor y al escurrir la camiseta provoque un charco que las autoridades francesas han denominado "Le lagune de le Ignace", la primera laguna del mundo en una cima.
    La bajada fue muy fácil. Hubo que correr un poco para despistar a unos vascogabachos que nos seguían de cerca y así poder evacuar aguas grises, pero en nada llegamos a San Juan. Compramos una provisión de quesos y nos fuimos a comer.
    Por una vez seguimos horario francés, o casi. Ellos cenaban y nosotros comíamos.
    A eso de las siete, al sonido de música de una trompeta y un teclado ( como cuando de niños venían con la cabra que bailaba) nos dirigimos de nuevo al pueblo. Parecía que hubiera pasado el ángel de la muerte por él. Algunas personas terminando de cerrar y nadie más. Cual ratas en Hamelin en una tarde de otoño buscamos el origen de la música, que continuaba. En la plaza del ayuntamiento había una especie de escenario (remolque de camión con la lona levantada por un lado) y tres personas tocando. Abajo había un grupo de unas 50 personas bailando. No nos sumamos porque nos dijeron que no era para niños.
    Volvimos al área y la música seguía. Calculamos que eran como 10 canciones que se repetían en bucle. Cenamos y la música seguía. Nos acostamos y la música seguía.
    "Cansine, le bon et bref..."
    A las 11 de la noche empezaron los fuegos y por fin la música se terminó. Ya podríamos descansar.
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  • Por tierra de brujas, con chungo incluid

    July 15 in Spain ⋅ 🌙 19 °C

    Los fuegos de la noche anterior vinieron acompañados de una lluvia muy fuerte. La auto sonaba como golpeada por tambores de nazarenos motivados.
    Fue una noche donde el ruido nos despertaba cada vez que el agua arreciaba. Y se hizo de día. Bueno, a medias, porque lo que es ver el Sol es algo que aun nos costaría un tiempo. Volvimos a sacar paraguas (la fiesta de San Aniceto, inventor del paraguas, debería ser fiesta supranacional para todos los países que superen el paralelo 42) y nos dirigimos al pueblo.
    Habiéndonos despedido de la ciudad comenzamos camino a Elizondo, pueblo famoso por una grillada que no existió que asesinaba a niños que no existían y era perseguido por una policía que tampoco existía en un lugar que si existe. Cosas de la literatura.
    Para llegar cruzamos uno de los puertos de montaña más bonitos que hemos visto (dirección Elizondo), al menos en la vertiente francesa. En la vertiente española, la carretera era tan estrecha que nuestra mirada no se pudo separar del asfalto. Aún recordamos la cara de los dos primeros ciclistas que nos cruzamos, que pensaban claramente que no cabíamos los dos a la vez.
    Paramos en el parque natural Señorío de Bertiz, donde ya estuvimos hace años y que Nos encantó (también sale en el libro).
    Preparamos mochila dominguera con algo de agua, un par de chubasquero, botiquín y, como no, los dos paraguas. Iba a ser un pasein de dominguero.
    Preguntamos por las rutas y nos aconsejaron una de 11 kilómetros, pero, con el ansia de llevar la contraria decidimos hacer una mezcla de dos que nos llevaría a hacer 20 kilómetros. La primera empezó muy entretenida, entre grandes bosques de hayas y pegados al río, hasta que se empeñó en subir y subir, durante los últimos tres kilómetros.
    Al final de esta ruta paramos a saludar al gusano más largo del mundo. Por su tamaño (5 palmos reales de mi mano) calculamos que tendrá unos 800 años. Curamos alguna ampolla, terminamos de crear una nueva laguna de sudor y bajo la lluvia cogimos un trecho de dos kilómetros que empalmaba con el segundo camino. Y eso si era una subida. Si hubiéramos estado en el Tíbet nos habría dado para subir el Everest y el K2 del tirón.
    Comenzamos la bajada y Ana se comenzó a sentir mal. La simpática de Fiona salió a correr monte arriba y oímos ladrar a unos gamos. Tardó 5 largos minutos en volver y no le vimos sangre por ningún sitio. Lo que ocurrió allí se quedó entre ella y el bosque, pero le tocó ir atada el resto del camino.
    Las dolencias estomacales de Ana aumentaron. Intentó vomitar pero no lo consiguió. Los kilómetros se hicieron mucho más largos de lo habitual y cuando llegamos a la auto, 6.30 de la tarde, se tumbó cual cadáver de serie policiaca americana en el suelo de la cocina. A los dos minutos pegó un salto. - que bien me ha sentado estar tumbada. Vamos a comer algo.
    Nos duchamos y acercamos la auto a Elizondo para comer-cenar. Un paseíto para conocer el pueblo (precioso) y una buena cena en la plaza del pueblo. Como es habitual, no saben hacer patatas bravas ( no todo puede ser perfecto).
    Cuando logramos encontrar la auto (nos costó un ratito. Estaba lejos y al otro lado del río) cerramos todo y a dormir.
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  • Cascadas, minas y familia

    July 16 in Spain ⋅ 🌙 23 °C

    Hoy teníamos visita familiar en Elosu. Había que ajustar bien los tiempos para estar de camino como tarde a la una y poder llegar allí a las cuatro más o menos.
    Desayuno rápido y comenzamos una ruta cortita de nueve kilómetros con 460 metros de desnivel. Subimos hasta la cascada de Oinaska, con no demasiada agua y desde allí a una mina de barita. La mina no era muy profunda y estaba bastante abandonada. Paramos en un mirador donde había una tela de araña que a Ana le llamó la atención e hizo verdaderas virguerías para fotografiarla.
    Yo imaginaba los titulares : "Domingueros despeñados por hacerle un selfie a una araña" y los comentarios tipo " los domingueros de hoy en día se la juegan por las redes". Continuamos subiendo (hasta ahora no sabemos lo que es andar en llano) hasta otra mina mucho más grande. Esta estaba bien cuidada. Aún se veían los conductos de agua a presión y las vías de la carretilla. Estos paseos por las entrañas de la tierra siempre son interesantes y crean dudas como ¿Se hundirá y me quedaré aquí para los restos? ¿Habrá algún animal durmiendo y pasará sobre mi o me desayunará? ¿Saldrá Lucifer agitando la cola y preguntando porque hemos tardado tanto en llegar a casa? En fin, que a eso le sumas que el móvil no funciona y nadie sabe dónde estás ni a donde vas. Para cuando te quieran encontrar estás cual momia egipcia en pirámide no rapiñada.
    Pero logramos salir. Fiona hizo un curso intensivo de búsqueda en cueva (ver video).
    Volvimos al pueblo y tras la búsqueda infructuosa de una pastelería nos marchamos hacia Elosu, con parada a comer y cambiar aguas en un pueblo perdido de Euskadi.
    Paramos a comprar unos dulces y llegamos al café.
    Un par de horitas de charla frente a un café y otro par a la fresca bajo un árbol. Visita a la huerta y para las nueve de la noche, con pesar de nuestro corazón, emprendimos ruta hacia Bilbao - Torrelavega.
    Dormimos en un pueblo raruno cerca de Bilbao, en un descampado bastante cutre.
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  • Dia de familia en Cantabria

    July 17 in Spain ⋅ ☁️ 25 °C

    Salimos de Bilbao temprano. La autovía estaba a tope y con algún kamikaze (Ana se tuvo que salir de la carretera para no darse con uno que adelantaba en curva y línea continua).
    Llegamos a casa de las chicas. La calle en obras por lo que aparcamos fuera. Salimos a dar un paseo y se alargó hasta la hora de comer, con parada en los castillos inchables.
    En el barrio de las chicas están en fiestas, así que tocará tarde de niños. Y en efecto. Tras comer y leer un par de cuentos, tocó castillos inchables, fiesta holi y baño de espuma. Evan salió empapado, rosa y morado, con cara de haber vuelto de la guerra y espuma hasta en las partes más recónditas de su cuerpo.
    Tras la vuelta a la auto paseíto a Fiona al borde del río y a dormir.
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  • Otro día más con Claudia y famili

    July 18 in Spain ⋅ ☁️ 22 °C

    El viernes por la mañana quedamos temprano para acercarnos al médico. Claudia por su embarazo y yo para ver si me arreglaban un dedo del pie que se había inflamado.
    Aquí los médicos del centro de salud solo tienen media agenda diaria abierta, para así poder dedicar la otra media a lo que surja, como yo. Igualito que en Madrid.
    Después tocó lavandería, porque de la bolsa de ropa sucia ya surgían rugidos y se movía por la noche. Comimos, café con pastitas y a pasear por los alrededores mientras Evan disfrutaba de un cumpleaños.
    Como buena cántabra Claudia salió de paseo en sandalias y, evidentemente, no íbamos a coger paraguas los "domingueros" de Madrid. Pues llovió, al menos en nuestra apreciación que no en la de la cántabra. Volvimos a comprar cena y cada uno a su casa para dormir.
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  • De Torrelavega a Puentenansa

    July 19 in Spain ⋅ ☁️ 23 °C

    Comenzamos el día con alegría. La noche anterior habíamos podido dormir gracias a la lluvia, que mantuvo a los domingueros dentro de sus autos.
    Salimos a pasear juntos a la vía del tren cuando Fiona vio, olió y saboreó un campo que habían regado con pis y caca de vaca en una especie de jarabe olienpringoso. A Fiona le cambió la cara. A Ana le cambió la cara, pero diferente.
    Fiona saltaba cual mariposa por campo de amapolas hacia el pringe. Ana corría cual trabajador perdiendo el autobús en mañana lluviosa de enero. Y Fiona saltó sobre el pringue haciendo un giro de cuello para caer sobre su lomo y enterrar su cabeza desde el hocico en él. La pobre, disfrutaba tanto que no escuchó los avisos primero, los insultos después y por último las maldiciones imperdonables de Ana. Con sus botas llenas de mierda la alejó del pringue y la pude coger y atar. Tocó media hora de manguera y champú en el desagüe de las autocaravanas.
    Tras desayunar frunciendo la nariz, todo nos olía a caca, fuimos a comprar con Claudia.
    Disfrutamos de un maravilloso rato de Carrefour (como nos gustan las compras. Pelear para mover tu carro, intentar coger la fruta que una pécora te quiere quitar...)
    Comimos juntos en un bar del pueblo y partimos a Puentenansa.
    En nada llegamos a Puentenansa y de allí al campamento un suspiro. Aparcamos y marchamos al pueblo siguiente a por un café donde nos encontramos con los padres que se quedaron a comer. Tras un rato de conversación nos volvimos andando con dos madres del grupo, amigas desde hace muchos años.Al llegar pudimos ver por fin a Carlos. Nos enseñó el comedor ( había sido parte importante de su construcción ) y su columpio. Tras alimentarse Fiona con inexcremento humano pasamos un rato con Carlos hasta que llegó el momento de actividades para él y cena para nosotros.
    Preparamos mesas con el resto de familias que se quedaron y pasamos un par de horas de cotilleo y cháchara.
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  • Dia de padres en el campa

    July 20 in Spain ⋅ ☁️ 21 °C

    Amanecimos y tras desayunar nos fuimos a dar un paseo. El cielo estaba oscuro, de ese oscuro que un madrileño diría que va a diluviar y un cántabro que es un día normalito.
    Nos fuimos al pueblo dando un paseo y terminamos redesayunando. Para hacer tiempo continuamos el paseo con Jesús y su mujer y con Irene, que se acababa de poner a plan en ese mismo momento. De vuelta al campa comenzaron las promesas y después la comida de grupo con algún amago de lluvia.
    Continuaron co guitarreo y nosotros fuimos recogiendo.
    Hay que mencionar el estado de... Flas. Corría de punta a punta del campa, bajaba al río con algún lobato a perseguir palos en el agua, se revolcaba por la hierba, volvía a correr... Paso todo el camino de vuelta llorando. Volvimos a Puente de San Miguel para cambiar la luna delantera de la auto. Hacia ya 4 días que había aparecido rajada.
    Pasein, un ratito viendo jugar los bolos cántabros, cervecita y a casa.
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  • De Torrelavega a la Hermida

    July 21 in Spain ⋅ ⛅ 20 °C

    A las 9 en punto estábamos en la puerta del taller de cristales. Tendríamos que esperar hasta las 12,30 para que estuviera arreglada. Así que fuimos a tomar un café con Claudia y Evan, a pasear y al parque. Se nos unió Ari y Tania, y a las 12 nos despedimos. Llegaba el momento más difícil de todo viaje ¿Dónde vamos?
    En el campa habíamos oído hablar de las aguas termales de la Hermida, así que nos encaminamos allí.
    Llegamos a las 4 de la tarde y menudo chasco. Las aguas termales salían entre escombros bajo un puente y además estaba lleno de gente. Para colmo habíamos intentado aparcar en un camino imposible. Quisimos subir marcha atrás pero la furgo no daba. Al final pudimos dar la vuelta sacando el culo entre los barrotes de una valla de madera. Como no lo conseguimos aparcamos juntos a unos cubos de basura que apestaban. Depresión total. En un punto de información nos hablaron de un par de rutas majas. Así que subimos la auto por un camino de cabras y comenzamos una ruta hacia la cueva de . Marcaba 1,600 metros con 600 de desnivel, pero en realidad eran casi 3 kilómetros de ida y otro tanto de vuelta.
    La ruta tenía custro fases, una espinosa, llena de ortigas y moreras a pie de pantorrilla. La segunda pedregosa, llena de canchales que caían a buena distancia, la tercera resbalosa, con hierba que ocultaba grandes boquetes por los que metimos las piernas ambos y la cuarta de gagantetoo y tira parriba que ya estás llegando. Como empezamos a andar a las cinco, las nubes y la niebla no tardaron en aparecer por el horizonte no muy lejano, lo que a Ana le puso de los nervios. Así que la subida tuvo que acelerarse y la bajada mucho más. Carnet de budistas no nos van a dar está vacaciones por mucho que lo pidamos. La bajada fue dirigida por Fiona. Cuando se dió cuenta de que nos equivocábamos de camino un par de veces se puso delante y nos llevó directos a la autocaravana. A veces me gustaría leerle el pensamiento.
    Desde allí decidimos subir un puerto por un caminin estrecho para llegar a un área en medio de la nada. Lugar perfecto para dormir.
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  • Agüeros y brujas

    July 23 in Spain ⋅ ⛅ 14 °C

    El área al que habíamos llegado la noche anterior es muy curiosa. Pequeña, junto con un aparcamiento de pago y un chiringuito donde tomar algo o comer. El dueño, super amable, nos contó que rutas hacer por la zona y nos ayudó a buscar en la ruta del agüero (de las aguas, para los incultos como) la mejor aplicación para seguirla. La ruta consiste en un camino de 11 kilómetros que empieza bajando 500 metros de desnivel hasta la carretera de la Hermida y vuelve a subir los 500 otra vez. En el camino encontramos 4 cascadas. La primera absolutamente impresionante. Solo nos faltaba llevar el bañador para habernos metido al agua.
    El camino iba alternando bosques de robles con hayedos, tan tupidos que el Sol no nos molestó.
    En una de las cascadas había un grupo tirándose con cuerdas. Envidia cochina.
    Cuando terminamos los 11 kilómetros enlazamos con otra ruta, la mitológica. Algún grillao había realizado más de 20 figuras de madera a tamaño natural de seres mitológicos de Cantabria y las había colocado en el bosque a lo largo de 4 kilómetros. Como es de imaginar estaba a tope de niños y lo que podríamos denominar domingueros.
    La ruta subía a un mirador, una antigua atalaya. Desde el que las vistas del desfiladero de la Hermida eran espectaculares.
    Bajamos, comimos y partimos camino de Posada de Valdeon. Al día siguiente pretendíamos hacer la ruta estrella de las vacaciones, la subida a Collado Jermoso.
    El viaje era largo, largo, largisimo.
    Pasamos el puerto, que digo puerto, el puertaco de San Glorio. Que pena que te hagan santo, le pongan tu nombre a un puerto y a diario te maldigan cientos de viajantes.
    Después la maravillosa autovía a Posada de Valdeon ( espero que se aprecie el pedazo de sarcasmo), donde la carretera literalmente se cae a partir del puerto de Pandetrave.
    10 kilometros después del puerto llegamos al área y, ¡oh sorpresa! Estaba llena. Llamamos al camping. Lleno, así que nos tocó dormir en un descampado donde aparcan autocares y todos los que como nosotros llegamos tarde.
    -Esto es ilegal. No se puede dormir aquí. - decía Ana una y otra vez.
    - Que solo vamos a estar aparcados. No pasa nada.
    No sirvió de nada. Está noche estaba dispuesta a no dormir.
    Encima los nervios de la subida de mañana. 16 kilómetros de alta montaña más otros 10 para llegar allí. En total unos 26 kilómetros con un desnivel mortal. Se preparaba una noche larga y una puesta en marcha temprana.
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  • Nos quitamos un espinón

    July 23 in Spain ⋅ ⛅ 20 °C

    A las 7 de la mañana empezó Ana con que era de día y que Nos levantamos. Me resistí cual gato en bañera jabonosa, pero con resultado infructuoso. Desayunamos, preparamos mochilas y nos encaminamos al puerto de Pandetrave donde empezaba la ruta. Al final sería algo menos de lo que esperábamos, 24 kilómetros y cuatrocientos metros de distancia y 1200 metros de desnivel.
    A las 9 empezamos a andar. Se nos había hecho tan tarde que no sabíamos si tendríamos tiempo de llegar al final. Como siempre calculamos el tiempo al que tendríamos que darnos la vuelta para garantizar la seguridad. A las 2 regresaríamos sin importar donde estuviéramos, para a las 7 estar de regreso y contar con al menos 1 hora por si surgían imprevistos. Y según lo que indicaban los carteles no llegaríamos hasta las 3,30. Un desastre.
    Hacia un frió del carajo. Una niebla espesa lo cubría todo y los pelos al aire se llenaban de pequeñas gotas de agua. Empezamos los primeros 5 kilómetros, de aproximación al Collado de Valdeon, que es donde empieza la alta montaña. Una parada técnica y frente a Fiona apareció la liebre mas grande del mundo, con orejas como antenas de radar de un portaviones y unas patas traseras inconmensurables. La liebre se paseaba meneándose mientras nosotros sujetamos a Fiona que se moría de los nervios por saludarle.
    Seguimos camino hasta llegar al collado de Valdeon.
    A partir de allí el paisaje comenzaba a cambiar. Tras una pequeña subida accedimos a la base de una canal que nos llevaría arriba.
    Esta canal y yo somos viejos conocidos. El año pasado subirla me costó una pájara que mi mujer me ha recordado 364 veces y que me ha supuesto pasar por cardiólogo, neurologo y otorrino. Solo me ha faltado el ginecólogo.
    Empezamos la subida con algo de niebla que se fue disipando. Fiona quiso cazar una cabra montesa y el costalazo fue increíble. La cabra saltó sobre una piedra y Fiona llegó solo a la mitad. Pero lo más increíble es, tras pasar el collado de Remoña, las espectaculares vistas. A mí parecer en uno de los sitios más bonitos del mundo. Es como un cuenco verde de inmenso tamaño, todo verde y rodeado por todas partes por imponentes montañas calizas que terminan en canchales que se desparraman por las laderas. El olor, el aire y silencio lo convierten en un espacio absolutamente singular.
    Tras celebrar haber superado el lugar de la pájara del año pasado nos dispusimos a rodear la pradera. A mitad de camino encontramos una puerta de listones de madera que no parece cerrar nada. Será para que la magia del lugar no se escape. La atravesamos y seguimos hasta el collado de Liordes.
    La ruta tiene 3 grandes subidas a la ida y otras tres a la vuelta, que son los collados de Remoña, Liordes y Jermoso.
    El de Liordes, además de ser un caminito de piedra del ancho de las carreteras que de niños hacíamos con las manos para jugar a las chapas y de tener constantes trepadas por piedras altas y estrechas, tiene una caída, que se produce desde el mismo borde del camino, que va creciendo hasta ser absolutamente incompatible con la supervivencia en caso de tropiezo. La subida se hace larga, como todas en alta montaña. Y aquí viene una de las anécdotas del día. Ana había soñado la noche anterior que me empujaba por el collado y cuando bajaba, desagradecido de mi, no me había muerto. Y encima me empeñaba en preguntarle por qué me había tirado. Pues para ver cómo te morías, respondía ella. En fin, que desde entonces le dejé pasar delante en todos los collados, barrancos y caídas varias.
    Y tocó el turno del collado Jermoso. Una subida larga larga, que parecía terminar tras una cuesta enorme pero al llegar a ella aparecía otra cuesta más, que iba seguida de otra y de otra y de otra más. En fin, un clásico en la montaña que bien podría ser un castigo similar al de Prometeo. La niebla no había dejado de acompañarnos, por lo que nos costó ver el refugio. Solo un kilómetro nos separaba de él.
    Lo recorrimos con Fiona bien atada, pues una cabra le vacilaba al borde de un barranco que llegaba al río, más de 1200 metros por debajo.
    Allí, placer de los placeres, sumun del contacto con la inmortalidad, visión de dios para los creyentes de los primeros siglos del cristianismo, puerta abierta de la cueva de Platón, nos tomamos una Cocacola cada uno. A lo largo de mi ya larga historia han habido dos momentos especiales, dos recuerdos esenciales relacionados con dicha bebida carbonatada a base de jarabe de arce o algo similar. La primera está que estoy relatando. La segunda, en el mismo sitio, diez años antes.
    Bebimos la Cocacola en una mesa colgada de la montaña. Si hubiéramos tenido vista de halcón podríamos haber saludado a las personas de Posada de Valdeon, mil doscientos metros más abajo. A las 2 menos diez salimos de vuelta. Desandamos el camino poco a poco. Ana delante en los collados, como ya expliqué previamente y Fiona abriendo camino. En lo alto de una loma aparecieron más de veinte cabras montesas que empezaron a bufarnos. Posiblemente eran parientes de la que Fiona persiguió y venían a ver si ahora era tan valiente.
    A mí personalmente está vuelta me producía cierto pesar. Estos paisajes producen determinadas sensaciones difíciles de explicar con palabras. El esfuerzo queda minimizado por el asombro constante, la sensación de estar en un espacio único, especial. La magnitud de lo que ves a tu alrededor, fuera de toda interferencia del exterior, invade todos tus sentidos, pero además provocaban una duda en mi interior. La última vez que estuve aquí fue hace diez años. ¿Seré capaz de recorrer de nuevo estos caminos dentro de otros diez años? Para entonces ya tendré casi 70. Quizás no deba esperar tanto.
    Bajamos la canal corriendo, para no perder las buenas costumbres y recorrimos el pequeño camino hasta el collado de Valdeon. Desde allí solo nos quedaban cinco largos kilómetros hasta la auto, que se hicieron eternos.
    Llegamos al área de autocaravanas y la tarjeta no funcionaba, por lo que tardamos más de media hora en entrar. Por fin asentados nos duchamos y comimos a hora europea... de la cena, a las siete y media de la tarde. A esa hora ya hacía bastante frío, por lo que salimos a comprar desayuno y a casita.
    Mañana seguro que sería un día más fácil. O no.
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  • La cueva del fin del mundo, con sustazo

    July 24 in Spain ⋅ ⛅ 17 °C

    Después del día anterior nos propusimos hacer algo más sencillo. Un día tranquilo.
    Buscamos una ruta en Caín, que está a solo diez kilómetros bajando durante casi nueve novecientos. A la vuelta, evidentemente, es al contrario.
    La ruta consistía en subir a la cueva de Santibaña y bajar. Cuatro kilómetros de nada.
    En total veinticuatro kilómetros que cumplimos con cierta relatividad.
    Hacia un poco menos de frío que la mañana anterior, pero el día estaba nublado, así que cargamos paraguas. El tiempo aquí no tiene nada que ver con Madrid. Durante el día, si da el Sol y estás a menos de mil quinientos metros de altitud, se puede estar en manga corta y en algunos momentos hace hasta calor. Ahora bien, si estás a la sombra, cae la tarde o subes un poco por encima del pueblo ya tienes que tirar de manga larga o no parar de andar. Por la noche la sábana debe acompañarse de una buena manta y si es posible complementarlo con una colcha mucho mejor. Y la lluvia llega cualquier día y en cualquier momento. No se puede bajar la guardia.
    Los primeros cinco kilómetros fueron fáciles de recorrer. Alternamos camino por bosque con tramos pequeños de carretera, pero al llegar al tramo más bonito un cartel nos indicaba que debíamos seguir por la carretera porque uno de los puentes se estaba reparando. Cuando llegamos a ese puente, al final del camino junto a la carretera, lo acababan de arreglar.
    Llegamos a Caín y paramos a comprar dos camisetas chillonas y pintonas. El tendero era un hombre del pueblo de una edad indeterminada por encima de los setenta y muchos años. Le preguntamos por la ruta de la cueva y nos dió todas las indicaciones posibles, o casi todas. Le faltó decirnos que el bosque lo habitaba una bestia negra y blanca, de más de setenta kilos de peso, con un collar de clavos alrededor de su cuello y dispuesta a no dejar pasar con todas sus partes del cuerpo intactas a quien lo intentara. Así que subimos a Caín de Arriba, cuyo nombre, para no dar lugar a engaño, debería ser Caín de muy muy arriba, o Caín de allá en lo alto por donde rozan los satélites artificiales en las noches de verano. Cubiertos por una buena capa de sudor (yo, Ana no es humana y no suda) por el esfuerzo de la subida llegamos al centro de las cuatro, literal, casas y un cartel nos indicaba por donde seguir. Ana, ante las dudas, se acercó con Fiona a ver el camino y la bestia corrió al borde de la verja de la última casa del pueblo a ladrarles. Todo habría ido bien si la valla de la casa tuviera cuatro paredes y todas las entradas cerradas, pero no era así. El bicho salió hacia ellas saltando y rugiendo, y Ana soltó a Fiona que pasó junto a mi pierna a tal velocidad que el sonido de su carrera llegó un minuto más tarde. Ana gritó "Me ha pillado, me ha pillado" mientras yo corría hacia ella con los palos de andar en alto. El bicho se quedó a medio metro de Ana sin llegar a morderla. Nos alejamos mientras nos observaba. Por suerte su dueño le debía tener bien alimentado y no necesitó saciarse con nosotros.
    Ana decía sin parar "me he meado del miedo que he pasado".
    Nos hicimos una foto para recordar la situación (como si la fuéramos a olvidar algún día) moñeamos en una cascadita y bajamos de nuevo a Caín.
    Pasamos por la tienda y le contamos lo ocurrido al tendero. "Pero si es un cachorrín de un año", nos comentó, pero luego nos indicó el camino habitual de bajada para subir a la cueva y allí nos encaminamos.
    En todas partes ponía que era un camino para hacer con toda la familia. Fallo de traducción, seguro. Era un camino para acordarse de toda la familia de los cincuenta habitantes del pueblo.
    Empezaba con una cuesta empinada que rápidamente superaba el pueblo. La cuesta se iba empinando más, poco a poco, hasta tener una inclinación difícil de entender para cualquiera que no estuviera subiendo. Y llegamos a lo que creíamos que era el final, que solo era el inicio de otra cuesta mayor. Y otra vez lo mismo. Y otra.
    De pronto, a lo alto, a lo muy alto, vimos un cartel indicador que marcaba la cueva hacia el interior de un bosque, como no, muy empinado. Cuando ya el sudor y el cansancio eran parejos, por fin llegamos a la boca de la cueva. Un cartel decía "no pasad que es peligroso" ¿Estamos tontos? Enfrentarnos a un mastín asesino y subir la cuesta más alta de los cinco continentes no cubiertos de nieve para quedarnos en la puerta.
    Cogimos la linterna y nos adentramos en las entrañas de la cueva.
    Altura de la entrada más de seis metros. Un ancho de cuatro o cinco metros. Y una bajada algo resbaladiza. Cuando llegamos al final del primer tramo encontramos las estanterías de piedra donde antiguamente curaban los quesos azules de la zona. Imagino que hoy en día habrá cámaras frigoríficas más cerquita de sus casas.
    A la bajada comenzó a llover por lo que tiramos de paraguas. Diez kilómetros de cuesta después del paseíto "para toda la familia" (la mía ya tengo yo claro que no) y llegamos muy cansados a la autocaravana. Duchita y comida a las siete de la tarde. No dió tiempo a cenar. Bajamos a tomar una cervecita en el pueblo y volvimos a dormir.
    A las diez estábamos metidos en la cama, pero dormir no fue fácil. Empecé con un tirón en una pierna, y cuando la estiré para aliviarlo me dio en la otra. Mis quejidos se unieron a los de Ana que le ocurría algo similar. Habrá que parar un poco mañana o tomar magnesio. Ya veremos.
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  • No era necesario subir tanto

    July 25 in Spain ⋅ ☀️ 21 °C

    La noche fue muy fresquita pero la mañana se presentaba calurosa. La noche anterior habíamos decidido hacer una " Rutita sencilla". Íbamos a subir al collado de Valdeón y bajar a Fuente de, y vuelta claro. Total unos 28 kilómetros, cuatro más que el día más largo. Ana recordaba la subida a Valdeón como algo sencillo. Yo como algo largo, largo, largo.
    Mala suerte. Acerté.
    Esta mañana mi cuerpo no paraba de decir "¿Dónde vas, desgraciao? Pero no le escuché.
    Salimos a andar. Siete kilómetros de subida continua, desde el primer metro hasta el último. Los últimos tres Ana no dejaba de maldecir, no tanto por cansancio como por la artura de tanta cuesta. Este camino tiene como peculiaridad un trecho de como dos kilómetros cubierto de tramos de cagameadas de vacas que hay que sortear, a veces con mucha dificultad. Alguna vez la bota se hundió, pero tuvimos la suerte de no llegar al calcetín. Llevábamos ya más de 800 metros de altitud. Tras un descanso en el collado, con recordatorio de un forestal de llevar atada a Fiona no vaya a ser que cazara una vaca, empezamos el camino a Fuente de. Las cuestas de bajada no envidiaban a las que acabábamos de subir. Cada metro hacia abajo nos recordaba que a la vuelta habría que subirlo y después de los últimos tres días ya no nos quedaban muchas fuerzas para hacer locuras. Llegamos a la carretera forestal que queda encima de Fuente de, a apenas tres kilómetros, cuando, en asamblea de dos, decidimos dar por terminado el viaje de ida y empezar la subida de vuelta.
    Volvimos a pasar entre grupos de vacas que nos miraban como las susodichas al tren y tras una buena sudada volvimos al collado de Valdeón.
    La bajada, a ratos andando a ratos corriendo, nos llevó en apenas dos horas más a la autocaravana.
    Hay que reconocer que llegamos con las fuerzas ya agotadas, pero por un día comeríamos antes de las seis de la tarde.
    Tras agotar nuestras reservas de la nevera pasamos un rato largo (al menos treinta minutos) de perreo sentados al Sol con el abrigo puesto, mirando las montañas que nos rodeaban. Un dispendio que no nos habíamos permitido desde que llegamos.
    Bajamos a la cervecita tradicional y el paseíto con la perra y nos fuimos a descansar, que no tiene por qué coincidir con dormir.
    Ana con el estómago hecho polvo, visitando el wáter cada dos por tres. Yo con un dedo del pié dando guerra. Un poema.
    El tema de los pies es algo digno de no mencionar por el desastre que supone cuando estás varios días en el monte.
    Ana llevaba varios dedos envueltos en esparadrapo para asustar a las ampollas que amenazaban con formar parte de su anatomía. Yo tuve que ir al médico en Torrelavega por una uña llena de sangre (ahora son tres, que acabarán cayéndose). La médico dijo que la solución era ir en sandalias, pero cuando vio mi cara decidió mandarme antibiótico por lo que pudiera pasar. Además completa el juego un dedo que posiblemente me rompí hace un par de meses y que, ahora con el esfuerzo ha decidido hacerse valer.
    En fin, que los que opinan que lo de la montaña es masoquismo o un tumor cerebral no detectado puede que tengan algo de razón.
    Que no se me olvide mencionar lo mejor de Valdeón: unos quesos que los suizos no han sabido igualar. Llevamos la nevera con una buena reserva.
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  • Iniciamos regreso

    July 26 in Spain ⋅ ☀️ 24 °C

    Para que lo bueno podamos recordarlo con añoranza y queramos repetirlo, en algún momento tiene que terminar.
    Y nuestra aventura en la auto ya tocaba a su fin. Recogimos con pena, hicimos el último desayuno bajo las crestas de los Picos de Europa e iniciamos camino de regreso.
    Dejamos tierras de magia y seres mitológicos fantásticos para internarnos en las secas llanuras de Castilla camino de Burgos.
    Hablando de mitología, hasta ahora no he relatado los seres mitológicos que han ido apareciendo a lo largo de nuestros años de aventuras por las diferentes tierras de España y el mundo. Los más destacados son los siguientes: El loco de los pistachos. Ser que recorre los caminos más inhóspitos de la sierras y cordilleras de la geografía mundial, dejando un evidente rastro de cáscaras de pistachos que se extienden a lo largo de kilómetros y con una permanencia de cientos de años. Es un ser peligroso, montañero dominguero capaz de llegar a los 3000 metros de altura, que acompaña los pistachos con bocadillo de chorizo e intenta enseñarte los atajos que solo él conoce. Cuidado. El lobo de Caperucita está basado en este personaje real.
    El loco de los hitos: Es uno de los seres más peligrosos para los montañeros. Este personaje, con manos muy largas y tripa cervecera, recorre los caminos entre sudores y jadeos, parando a coger aire y aprovechando para colocar un hito nuevo. Suele tener brújula interna oscilante, que cambia la orientación de forma constante, pero no es consciente, por lo que puede llenar de hitos una ladera de montaña en menos de una mañana.
    La versión cántabro astur es aún más peligrosa, ya que en vez de hitos pone jitos que llevan a lo más alto de las montañas para, cuando estás bañado en sudor, desaparecer y obligarte a bajar a retomar el camino.
    La limpia: ¡¡Atención!! Es un ser muy peligroso, sobre todo si llevas animales de compañía.
    Se disfraza principalmente de mujer de edad indeterminada, en algunos casos con pinta de montañera de domingo y en otros de dulce paseante.
    Lleva en la mano o en el bolso un surtido de paquetes de pañuelos de papel, que suele ir dejando en la parte más visible de los caminos para marcar donde ha miccionado.
    Les gusta miccionar donde lo han hecho otras, creando paisajes de pañuelos de todas marcas y colores. No levantes los pañuelos sin ir bien protegido pues pueden esconder otro tipo de excrementos más letales. Tus mascotas pueden intentar alimentarse de ellos, lo que supone un menoscabo terrible en el aprecio que les tenías.
    Las Bestias: son seres de tamaño no superior al metro veinte. Mientras más pequeños son más peligrosos.
    Suelen destrozar todo lo que tienen a su alrededor y emitir sonidos estridentes que arruinan tus oídos de forma permanente y afectan seriamente a la parte de tu cerebro que controla tu paciencia y tu bondad.
    Van acompañados de otros seres que vigilan desde la lejanía que puedan campar a sus anchas, peleando fieramente con cualquiera que quiera limitar su destrozo.
    Son más letales cuando te pillan descansando en cualquiera de sus versiones y empiezan sus aquelarres indescifrables.
    Cuidado si van acompañadas de las "¡Que vengas aqui que te vas a enterar! Y luego no se enteran".
    Volviendo al relato de nuestro caminar, llegamos a Burgos, comimos e hicimos colada. Paseo por el río y a cenar y dormir.
    Por cierto, la ciudad de Burgos tiene un paseo en las orillas del Arlanzón que es digno de visitar y andar. Por una orilla vas al borde del agua y por la otra tienes paseos, carriles de bicis, zonas de deportes y de juegos y árboles, muchos árboles. Hay que pasearlo.
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  • Y llegó el nunca esperado final

    Jul 27–28 in Spain ⋅ ☀️ 33 °C

    Por fin terminó la aventura. Tras un paseo por la orilla del Arlanzón tocó reanudar viaje de vuelta a casa.
    Ahora toca hacer recuento:
    17 días de viaje.
    2 países y 5 comunidades autónomas.
    Pirineos Franceses, parque Natural de Izqui, Pirineo Navarro, Picos de Europa.
    Más de 220 kilómetros andados.
    Más de 8000 metros de subida.
    Y miles de momentos que quedarán en nuestro recuerdo y que formarán parte de nosotros para siempre.
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    Trip end
    July 27, 2025