• Por tierra de brujas, con chungo incluid

    July 15 in Spain ⋅ 🌙 19 °C

    Los fuegos de la noche anterior vinieron acompañados de una lluvia muy fuerte. La auto sonaba como golpeada por tambores de nazarenos motivados.
    Fue una noche donde el ruido nos despertaba cada vez que el agua arreciaba. Y se hizo de día. Bueno, a medias, porque lo que es ver el Sol es algo que aun nos costaría un tiempo. Volvimos a sacar paraguas (la fiesta de San Aniceto, inventor del paraguas, debería ser fiesta supranacional para todos los países que superen el paralelo 42) y nos dirigimos al pueblo.
    Habiéndonos despedido de la ciudad comenzamos camino a Elizondo, pueblo famoso por una grillada que no existió que asesinaba a niños que no existían y era perseguido por una policía que tampoco existía en un lugar que si existe. Cosas de la literatura.
    Para llegar cruzamos uno de los puertos de montaña más bonitos que hemos visto (dirección Elizondo), al menos en la vertiente francesa. En la vertiente española, la carretera era tan estrecha que nuestra mirada no se pudo separar del asfalto. Aún recordamos la cara de los dos primeros ciclistas que nos cruzamos, que pensaban claramente que no cabíamos los dos a la vez.
    Paramos en el parque natural Señorío de Bertiz, donde ya estuvimos hace años y que Nos encantó (también sale en el libro).
    Preparamos mochila dominguera con algo de agua, un par de chubasquero, botiquín y, como no, los dos paraguas. Iba a ser un pasein de dominguero.
    Preguntamos por las rutas y nos aconsejaron una de 11 kilómetros, pero, con el ansia de llevar la contraria decidimos hacer una mezcla de dos que nos llevaría a hacer 20 kilómetros. La primera empezó muy entretenida, entre grandes bosques de hayas y pegados al río, hasta que se empeñó en subir y subir, durante los últimos tres kilómetros.
    Al final de esta ruta paramos a saludar al gusano más largo del mundo. Por su tamaño (5 palmos reales de mi mano) calculamos que tendrá unos 800 años. Curamos alguna ampolla, terminamos de crear una nueva laguna de sudor y bajo la lluvia cogimos un trecho de dos kilómetros que empalmaba con el segundo camino. Y eso si era una subida. Si hubiéramos estado en el Tíbet nos habría dado para subir el Everest y el K2 del tirón.
    Comenzamos la bajada y Ana se comenzó a sentir mal. La simpática de Fiona salió a correr monte arriba y oímos ladrar a unos gamos. Tardó 5 largos minutos en volver y no le vimos sangre por ningún sitio. Lo que ocurrió allí se quedó entre ella y el bosque, pero le tocó ir atada el resto del camino.
    Las dolencias estomacales de Ana aumentaron. Intentó vomitar pero no lo consiguió. Los kilómetros se hicieron mucho más largos de lo habitual y cuando llegamos a la auto, 6.30 de la tarde, se tumbó cual cadáver de serie policiaca americana en el suelo de la cocina. A los dos minutos pegó un salto. - que bien me ha sentado estar tumbada. Vamos a comer algo.
    Nos duchamos y acercamos la auto a Elizondo para comer-cenar. Un paseíto para conocer el pueblo (precioso) y una buena cena en la plaza del pueblo. Como es habitual, no saben hacer patatas bravas ( no todo puede ser perfecto).
    Cuando logramos encontrar la auto (nos costó un ratito. Estaba lejos y al otro lado del río) cerramos todo y a dormir.
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