No era necesario subir tanto
July 25 in Spain ⋅ ☀️ 21 °C
La noche fue muy fresquita pero la mañana se presentaba calurosa. La noche anterior habíamos decidido hacer una " Rutita sencilla". Íbamos a subir al collado de Valdeón y bajar a Fuente de, y vuelta claro. Total unos 28 kilómetros, cuatro más que el día más largo. Ana recordaba la subida a Valdeón como algo sencillo. Yo como algo largo, largo, largo.
Mala suerte. Acerté.
Esta mañana mi cuerpo no paraba de decir "¿Dónde vas, desgraciao? Pero no le escuché.
Salimos a andar. Siete kilómetros de subida continua, desde el primer metro hasta el último. Los últimos tres Ana no dejaba de maldecir, no tanto por cansancio como por la artura de tanta cuesta. Este camino tiene como peculiaridad un trecho de como dos kilómetros cubierto de tramos de cagameadas de vacas que hay que sortear, a veces con mucha dificultad. Alguna vez la bota se hundió, pero tuvimos la suerte de no llegar al calcetín. Llevábamos ya más de 800 metros de altitud. Tras un descanso en el collado, con recordatorio de un forestal de llevar atada a Fiona no vaya a ser que cazara una vaca, empezamos el camino a Fuente de. Las cuestas de bajada no envidiaban a las que acabábamos de subir. Cada metro hacia abajo nos recordaba que a la vuelta habría que subirlo y después de los últimos tres días ya no nos quedaban muchas fuerzas para hacer locuras. Llegamos a la carretera forestal que queda encima de Fuente de, a apenas tres kilómetros, cuando, en asamblea de dos, decidimos dar por terminado el viaje de ida y empezar la subida de vuelta.
Volvimos a pasar entre grupos de vacas que nos miraban como las susodichas al tren y tras una buena sudada volvimos al collado de Valdeón.
La bajada, a ratos andando a ratos corriendo, nos llevó en apenas dos horas más a la autocaravana.
Hay que reconocer que llegamos con las fuerzas ya agotadas, pero por un día comeríamos antes de las seis de la tarde.
Tras agotar nuestras reservas de la nevera pasamos un rato largo (al menos treinta minutos) de perreo sentados al Sol con el abrigo puesto, mirando las montañas que nos rodeaban. Un dispendio que no nos habíamos permitido desde que llegamos.
Bajamos a la cervecita tradicional y el paseíto con la perra y nos fuimos a descansar, que no tiene por qué coincidir con dormir.
Ana con el estómago hecho polvo, visitando el wáter cada dos por tres. Yo con un dedo del pié dando guerra. Un poema.
El tema de los pies es algo digno de no mencionar por el desastre que supone cuando estás varios días en el monte.
Ana llevaba varios dedos envueltos en esparadrapo para asustar a las ampollas que amenazaban con formar parte de su anatomía. Yo tuve que ir al médico en Torrelavega por una uña llena de sangre (ahora son tres, que acabarán cayéndose). La médico dijo que la solución era ir en sandalias, pero cuando vio mi cara decidió mandarme antibiótico por lo que pudiera pasar. Además completa el juego un dedo que posiblemente me rompí hace un par de meses y que, ahora con el esfuerzo ha decidido hacerse valer.
En fin, que los que opinan que lo de la montaña es masoquismo o un tumor cerebral no detectado puede que tengan algo de razón.
Que no se me olvide mencionar lo mejor de Valdeón: unos quesos que los suizos no han sabido igualar. Llevamos la nevera con una buena reserva.Read more










