• Otro cumple fuera de España

    10 de agosto, Alemanha ⋅ 🌙 21 °C

    Nos despertamos temprano, como todos los días. ¿O quizás más temprano de lo habitual, o como se dice en mi pueblo, a la hora de los abuelos? Durante la noche el pelo y la barba se me habían vuelto blancos ¿Me estaré convirtiendo en Papa Noel?
    Como muchas mañanas le toque el culo a mi mujer, que en vez de guiñarme un ojo me llamó viejo verde. Fui a buscar el palo de andar y me encontré una cachaba. Y entonces caí. Era mi cumpleaños y había entrado de lleno, como arrastrado por un tren bala alemán, en la tercera edad. Estiré la rodilla con artrosis, me puse las gafas de presbicia para ver la hora y bajé de la cama para orinar. Menos mal que estoy recién operado de próstata y no tengo tanta prisa para el baño como antes. Eso me hace sentir más joven. Parece que sigo teniendo cincuenta y nueve.
    Bajamos a pasear a la perra y a comprar pan en el pueblo. Si quieres saber si alguien se está haciendo pasar por alemán háblale en inglés. Si chapurrea será de cualquier otro sitio. Pero si lo habla como si hubiera nacido en la patria de los hijos de la gran Bretaña es que es alemán de pura cepa. Y por eso, unido a la insistencia de Justo y Marisol para que Ana hablara inglés, desayunamos unos panes alemanes que tiran de espalda.
    Tras limpiar y cambiar aguas nos encaminamos a Triber, un pueblo, a nuestro parecer, normalito como los que llevábamos vistos hasta ahora.
    Cuan equivocados nos hallábamos. Si podéis imaginar la Gran Vía condensada en una décima parte de su tamaño pero sin quitar a una sola persona, ya vais conociendo algo. Si le sumais que escucháis diez o doce lenguas diferentes ya os acercáis más. Si pensáis en los restaurantes de comida para guiris de cualquier zona cosmopolita del mundo, ya entendéis como es el lugar.
    Tras cruzar andando, o más bien sorteando las marejadas de personas cegadas por el ansia de comprar y consumir, llegamos a la entrada a las cascadas. Turismo puro. Miles de personas andaban como zombies, móvil en mano, haciendo miles de fotos a las cascadas, a sus familiares en las cascadas, a ellos en las cascadas, a los demás en las cascadas y a sus parejas cuando hacían fotos en las cascadas. Así que como "donde fueres haz lo que vieres" sacamos el móvil, pusimos cara de idos y nos movimos entre las mareas de gente pulsando el botón de play.
    Volvimos a la autocaravana, aparcada junto a la estación de tren, a 15 minutos del centro, y comimos. Ya con 60 años necesité una siesta y al despertar tenían preparada una tarta, tan peculiar como todos los años y llena de velas.
    Dos bizcochos, decoración de galletas y Lacasitos y velas de números, de naves espaciales, de planetas...
    Como siempre se superaron.
    Tras una merienda brutal volvimos al pueblo a bajar la comida. Ya eran más de las seis, por lo que era absolutamente fantasma. Un paseo de una horita y vuelta a la auto a cenar. Nos sentamos Carlos y yo juntos. Como era de esperar no fue buena idea. Adopte la postura de defensa armada ante sus tirones de pelos del cuerpo y sus lametones, por lo que Ana volvió a intentar imponer orden sin lograrlo. Menos mal que el exceso de queso tiene un efecto tranquilizador (le da diarrea) y pudimos jugar a pelusa un rato.
    Leia mais