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  • Day 273

    Hay mecánicos y mecánicos

    December 18, 2020 in Guatemala ⋅ ☀️ 29 °C

    De tantos meses de tantas y tantas montañas llegó un momento en el que los frenos traseros necesitaron ser ajustados. Los delanteros estaban recibiendo casi toda la carga y llegaron a calentarse demasiado, por lo que ya teníamos que acudir a un taller. Al menos eso pensábamos, que sería uno solo.

    El primero fue en una pequeña aldea bien alejada, donde no podían hacer nada por no disponer de las herramientas adecuadas al tratarse de un carro más grande de lo que ellos normalmente trabajan, pero en menos de 5 minutos ya nos estaban dando un diagnóstico completo y certero por un precio tan bajo que no lo podíamos creer.

    Luego fuimos a que otro mecánico, en este caso especializado en grandes camiones, nos hiciera los ajustes. Todo muy rápido, muy bien hecho y una vez más a muy buen precio a pesar de que las condiciones del lugar también les dificultaba mucho el trabajo; en este caso no era un taller propiamente dicho, sino que hacían arreglos en un espacio polvoriento donde pasaban las noches un montón de camiones de carga. Todavía no sabemos cómo el ruido, el calor y el polvo les dejan hacer tan bien su labor.

    De todas formas aún nos quedaba rectificar los discos delanteros y estaba claro que eso allí no era posible, así que no nos quedaba otra que ir a la ciudad más cercana, Escuintla, para hacer esta parte del trabajo. Allí nos llevamos la mayor de las sorpresas. Por la tecnología de la que disponían, la limpieza, los protocolos y los espacios muy bien delimitados y organizados parecía que habíamos llegado de nuevo a Norteamérica. Pero esa no fue la sorpresa, ni tampoco en este supuesto "ideal" gran taller tuvimos la buena experiencia que esperábamos. La lentitud con la que desarmaron todo fue excesiva, la información que manejaban tantos "especialistas" sobre nuestro vehículo era muy pobre y los precios llegaron a ser tan increíblemente altos que decidimos parar todo el trabajo incluso luego de que las seis ruedas estaban desmontadas. A regañadientes el comercial que nos atendió nos dio su nombre y apellido, le pedimos por escrito una cotización con su firma y se negó; allí no había más nada que hacer. Nos negamos rotundamente a pagar un solo centavo, exigimos que volvieran a colocar cada pieza en su lugar y nos largamos con un insulto enorme. Indiscutiblemente los números no se correspondían con el servicio y la imagen muy profesional de la instalación tampoco coincidía con la ética que mostraban algunos de los empleados de allí. Fue una tremenda pérdida de tiempo, pero también aprendizaje.

    De ahí fuimos a otro pequeño taller - el problema teníamos que solucionarlo - y aunque el método de prueba y error era la única vía, sí sabíamos que todo era posible si dábamos con el lugar donde rectificar los discos y contratábamos a un taller (pequeño, pero con las herramientas adecuadas) el desmontaje y montaje. Pues así fue y la realidad sobrepasó nuestras expectativas. De ahí en adelante todo lo que sucedió nos hizo apreciar y conectar más con la gente de este hermoso país. En este último taller, conocido con un nombre muy simple, "Auto Mecánica", con una porción de la tecnología del anterior, con solo muchachos jóvenes, pero muy habilidosos y conocedores, y sobre todo con una actitud increíble por hacer bien las cosas, revisaron hasta el más mínimo detalle, hicieron el desmontaje y montaje en tiempo record y hasta realizaron un mantenimiento exhaustivo sin que se lo hubiésemos pedido; todo por una pequeña porción del precio que en el taller anterior nos querían cobrar y en un ambiente más que agradable. Cerramos este capítulo con la seguridad que necesitábamos para continuar en la ruta, con más optimismo que antes, con un criterio muy positivo acerca de las personas que nos vamos encontrando en el camino y con nuevas enseñanzas que enriquecen este viaje.
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