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  • Day 316

    Tokio

    June 2, 2023 in Japan ⋅ 🌧 23 °C

    Dejar Bali para aterrizar en la ciudad más poblada del mundo parecía un shock premeditado, pero wow, se trata de Tokio. La mayor parte del tiempo que estuvimos allí ni me creía que fuese verdad, y si alguien puede crear una ciudad de 37 millones de habitantes y hacerla maravillosamente acogedora, esos son los japoneses.

    Nuestro primer día en Tokio estuvo marcado por el cansancio de haber tenido que dormir en el aeropuerto y no haber podido pasar por el hotel más que para dejar las mochilas, pero era sábado y cuando llegó la noche decidimos no pensarlo mucho y salir a conocer el ambiente nocturno tokiota. A las 5 de la mañana (no sé ni cómo seguía en pie) vimos amanecer sobre el cruce de Shibuya, famoso por ser el cruce más transitado del mundo. Cuando vi las fotos no me creía el aspecto tan fresco que tenía, supongo que era el efecto que tenía sobre mí una cultura tan ansiada y tan impenetrable desde Europa, todo era nuevo por descubrir.
    Pasear por Tokio era un sueño, las calles están tan absolutamente limpias (y eso que no hay basuras, la gente solo tira los residuos en sus casas) y son tan cuquis que casi parece una ciudad de juguete. Había barrios en los que no se veía ni personas, la ciudad más poblada del mundo era la ciudad más calmada de las que hemos estado en Asia.
    En un momento dado fuimos a un templo en el que había palitos y cajitas y papeles para sacar tu fortuna, a mi me salió fatal y me quedé muy triste. Al día siguiente lo volví a intentar y me salió igual (obvio, no se puede engañar al destino), pero vi que había unas barras para atar la mala fortuna y entendí que es para plantarle cara, no aceptarla y actuar en consecuencia para cambiarla conscientemente.

    Planificamos nuestra ida al monte Fuji la noche anterior, muy tarde y muy cansados, y Gui verbalizó lo que ambos estábamos pensando: la gente planifica esto con semanas de antelación, tal vez deberíamos no ir y evitar que salga un desastre. Aun así, como no nos guiamos por la ortodoxia viajera, obviamente nos fuimos. El día salió del revés y todo nos indicaba a gritos que nos deberíamos haber quedado en Tokio, pero nada más bajar de la estación y ver el volcán, todo había valido ya la pena. El monte Fuji es elegante y magnetizante como poco.

    El tiempo en Tokio pareció irreal, casi como si hubiese sido grabada por Gaspar Noé y hubiese recorrido la ciudad levitando a varios metros desde el suelo, colándome en espacios y queriéndome quedar a vivir en cada baño público de la ciudad, solo que en vez de borrosas, veía las luces de neón con total claridad, y el sake se sentía muy real en la garganta.
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